Michael Ignatieff ha publicado varios libros en español, yo tengo alguno, y éste que hoy comentaré es una buena introducción a la vida y la obra de Isaiah Berlin. Ignatieff, como Dr. En Historia por Harvard y profesor del King’s College de Cambridge, del St. Antony’s College de Oxford y de la École des Hautes Etudes de Paris, conoce perfectamente el ambiente académico de las mejores universidades europeas y es, por tanto, un cronista idóneo para describir el pensamiento y las actividades universitarias de nuestro personaje. En toda su vida, que abarca desde 1909 hasta 1997, todo el siglo XX, I. Berlin nunca escribió su autobiografía. Una verdadera pena pues Berlin fue un filósofo, testigo y actor de varias épocas sucesivas; la Revolución Rusa, la segunda guerra mundial, la creación de Israel, la guerra fría y sus propias guerras calientes y por fin el derrumbe inesperado de la Unión Soviética.
Berlin formó parte de la embajada británica en Moscú tras la guerra y allí trabó conocimiento con Boris Pasternak y Alma Ajmátova, la poetisa que el régimen recluyó en un exilio interior rodeada por la presión constante de su policia secreta. Como letón, ruso asimilado, judío y posteriormente británico, Berlin ofrece un polifacético pensamiento liberal que Ignatieff recoge en sus conversaciones y reflexiones durante la última década de su vida. También I.B. cumplió un importante papel, y desconocido para casi todo el mundo, en la formación del estado de Israel
En una conversación con Salvador Giner (publicada en la revista Claves, hace ya bastante tiempo) Berlin decía a propósito de la pluralidad y el relativismo moral (que él condenaba) “Creo que es posible una teoría de la naturaleza humana, siempre que sus fines no sean desmesurados, y sean finitos, y también siempre que no se entienda como si ésta poseyera un meollo inalterable ¡Que no se entienda al hombre como una cebolla a la que le vamos quitando las hojas! El hombre, para ser entendido, necesita otros métodos: la empatía, para empezar. La empatía nos permite entender a Wittgenstein, a Herder, a las sagas noruegas y a la poesía griega (ambos pueblos escriben lo mismo: épica). Y las sagas, a su vez son diferentes de Racine, pero a ambos entendemos, y ambos nos conmueven. Esto significa que hay, en la vida y la cultura, un pluralismo. Pluralismo no es relativismo. El pluralismo significa que pueden construirse toda suerte de valores humanos objetivos, de formas de vida, no que todo valga por igual”
La biografía concluye con la muerte de Berlin, y abarcando toda su vida constituye un documento y un homenaje a un hombre que tuvo sus contradicciones y sus fobias, pero que nunca dejó de intentar ser fiel a si mismo a la vez que congeniar su actividad política y cultural con la defensa de sus ideales liberales.
Ficha biblográfica:
Ignatieff(1998), Ignatieff, Michael, “Isaiah
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