El romanticismo es una corriente filosófica que ha influido en nuestro mundo de manera profunda. No sólo en las artes sino también en la política, en la moral y en nuestra manera de concebir el mundo. El romanticismo surge a finales del siglo XVIII y viene a contradecir los supuestos básicos con qué se había desarrollado el mundo europeo, o sea, el occidental. Para la filosofía anterior al romanticismo todas las preguntas que los humanos podríamos formular, tienen respuesta. Estas respuestas son además cognoscibles, es decir se puede llegar a ellas por algún método racional; y además las respuestas que obtenemos son coherentes entre sí, no existen contradicciones, y son, por supuesto, verdaderas no provisionalmente verdaderas. El romanticismo viene a atacar estos supuestos y lo hace de distintos ángulos convergentes.
El libro de Isaías Berlin, “Las raíces del romanticismo” trata de esta revolución que además, en sus inicios, se confunde con la Revolución Francesa. Berlin siempre quiso escribir un libro donde desarrollara esta cuestión a fondo; al final no pudo hacerlo, por lo que la edición de Henry Hardy contiene las conferencias que, sobre este tema, dio en la Nacional Gallery of Art, de Washington, en marzo y abril de 1965.
I.Berlin no pretende dar en estas charlas un panorama general del romanticismo como movimiento internacional, sino sólo esbozar cuales son sus raíces. Como el dice, en el Prólogo de Henry Hardy: “Creo que hacia la segunda mitad del siglo XVIII –antes que naciera propiamente el denominado movimiento romántico- hubo un cambio radical de valores que afectó al pensamiento, el sentimiento y la acción del mundo occidental. Dicho cambio se expresa muy vívidamente en mucho de lo que parece ser lo más característicamente romántico dentro de los románticos: no en todo lo que hay de romántico en ellos, tampoco en lo que los convierte a todos en autores románticos. El cambio se refleja más bien en una especie de quintaesencia, en algo sin el cual ni la revolución de la que hablaré, ni sus consecuencias, las cuales son reconocidas por aquellos que admiten que existió un fenómeno tal como el movimiento romántico –el arte romántico, el pensamiento romántico- hubieran sido posibles. Si se me objeta que no he incluido las características más propias de una obra o de otra, o todas las manifestaciones del romanticismo, aceptaré tal objeción. Pues no es mi propósito definir el romanticismo sino concentrarme únicamente en la revolución de la que el romanticismo, al menos en algunos de sus aspectos, es su más vívida expresión y síntoma.” (pag. 13)
Estas líneas dejan claro que no se trata del romanticismo en si mismo, sino de sus raíces, de los profundos cambios de mentalidad que lo precedieron y por lo tanto lo hicieron posible. El libro es muy interesante para quien se interesa por la historia en general y por la historia de las ideas en particular. Los cambios de mentalidad no siempre son visibles, sobre todo mientras suceden, y poca gente repara en que actualmente estamos insertos en una modalidad de pensamiento que históricamente no tiene muchos siglos. Los efectos de la Revolución Francesa son más duraderos que los de la Rusa (que sólo es un episodio de ese cambio profundo de valores) y actualmente mucha gente es extremista romántica sin siquiera tener la menor conciencia de ello. Por lo tanto la lectura de este pequeño texto de I. Berlin resultará estimulante para abordar una cuestión que está muy lejos de terminar.
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