domingo, 17 de mayo de 2009

Nicholas Carr. ¿Nos está haciendo estúpidos Google?

No suele comentar blogs. No porque desdeñe la labor sino porque lo mio son los libros. Con ellos me siento muy cómodo y por lo tanto prefiero deslizarme por ese plano en vez de trepar por otros. No obstante a veces leo blogs, porque contienen ideas interesantes o hacen reflexiones que sintonizan con las mías. Pues bien, Nicholas Carr es un periodista norteamericano de la revista The Atlantic y se ha convertido en un referente para aquellos que dudan de la política de digitalización global de Google. Publico un interesante artículo en www.theatlantic.com/doc/200807/google, que también se puede leer en castellano en http://revistaarcadia.com/ediciones/35/internet.html
Al leerlo me sorprendió. No escribe los típicos argumentos de aquellos que sin usar la Red se limitan a criticarla utilizando, en la mayoría de los casos, los casos más extremos, más "frikis" que Internet proporciona. Sus reflexiones tienen además otra cualidad: coinciden, en parte, con algunas observaciones en directo que he hecho. Y que han registrado otros autores que incluso he citado en este blog. Además no es del tipo apocalíptico que anuncia la destrucción general de valores que trae el desarrollo tecnológico; sus referencias a las resistencias que en otros tiempos levantaron los grandes adelantos técnicos, como la escritura o la imprenta, son oportunas y abren una ventana a la esperanza.
De todos modos pienso que conviene leerlo y tengo entendido que hay varios libros de él en la editorial Urano. Los miraré... a ver que tal pintan. De todos modos, para los interesados, está su blog personal http://www.roughtype.com.
Nota: Sí el artículo le parece demasiado largo... vigile, a lo mejor le está pasando algo de lo que comenta este periodista.

lunes, 11 de mayo de 2009

Jonathan Rowson, Maestro de ajedrez... o filósofo

Hace tiempo que no escribo... el tiempo pasa volando y prefiero leer a comentar. No obstante conociendo las ventajas de hacerlo (sobre todo para facilitar el recuerdo de lo leído) me someto dócilmente a esta dura disciplina.

Confieso que dudé en incluir este libro en este lugar. Es un libro de ajedrez, y por lo tanto ya lo comenté en mi blog dedicado al tema,  pero no puedo dormir tranquilo: me parece una injusticia. ¡No es de ajedrez! es un libro de filosofía, y también un excelente diario introspectivo de alguien que no se conforma con sus resultados; por ello me fastidia que tales reflexiones e hipótesis queden fuera del alcance de los no interesados en el noble juego (que son muchos, por desgracia). Esta consideración me decidió: Jonathan Rowson, campeón escocés y británico de ajedrez, merece un comentario "no técnico", ya que su libro sirve para mucho más que para jugar mejor al ajedrez.

Kasparov, no hace mucho, publicó "Cómo la vida imita al ajedrez" (y ya hice varios comentarios a él en el blog Ars Defendendi), pero si pusiera los dos libros, el que ahora comento y el citado, juntos sobre la mesa, creo que el título de como la vida imita al ajedrez merecería ser adjudicado a Rowson. Las reflexiones de este Gran Maestro van más allá del juego, insisto, y puede ser leída perfectamente, saltándose las explicaciones ajedrecísticas como si estuvieran en chino, leyendo sólo aquellas escritas en castellano habitual. Aún perdiendo texto el saldo sigue siendo favorable al lector inteligente.

¿Por qué un título tan esotérico, que aleja aún más a los no-ajedrecistas? J.R. lo explica con claridad: "Cuando oigas el retumbar de cascos, piensa en una cebra" ( Proverbio Sufí).

Para el autor "'Piensa en una cebra' significa, por tanto, estar más abiertos a la experiencia y ser menos dependientes de las convenciones. Significa permitirse a usted mismo pensar de un modo diferente." (Prólogo)

Lo habitual si uno siente el ruido de cascos en pensar en caballos, es lo previsible, y generalmente acertamos; pero pensar en "cebras" supone o estar en una región diferente del mundo, o tener la suficiente imaginación como para asociar lo conocido con otro mundo lejano, improbable, pero de alguna forma posible.

El ajedrez está lleno de convenciones, de principios o "leyes" que tratan de organizar el caos mental que produce los millones de combinaciones posibles del juego. Estos principios facilitan descartar las jugadas inútiles, estúpidas, o ineficaces en determinada situación, para dedicar nuestra energía mental a sólo aquellas que son realmente interesantes... más el peaje que se paga por ello es grande, aunque invisible: se deja de ver el tablero real para sólo operar con el ya conocido por nuestra experiencia, y de esa manera el juego se hace mediocre y por lo tanto el desarrollo del sujeto pensante se estanca.

Lo mismo sucede en nuestra existencia. Tenemos una vida complicada, llena de placeres... y de acechanzas. Ya no convivimos en la Jungla con otros animales, pero no por eso nuestra vida ha perdido riesgos, en realidad y a medida que la civilización humana se desarrolla los principales peligros provienen de nuestros semejantes y de las intrincadas relaciones que necesitamos desarrollar para poder prosperar.  Hay, o es posible concebir, una similitud sugerente con el gran juego donde dieciséis piezas bailan una complicada contradanza sobre un mundo de 68 escaques.

Deberíamos aprender las reglas de juego de la existencia, y luego desaprenderlas para estar abiertos a las nuevas contingencias. Esto, en suma, es lo que viene a recomendar Rowson para que un jugador de ajedrez pueda superar sus límites que se le aparecen como infranqueables. En palabras del autor: "... desaprender no significa rechazar. La idea de desaprender es más bien ver qué ha aprendido y cómo lo ha aprendido y, por consiguiente, está construido y es falible, antes que real e irreemplazable. Desaprender le ayuda a mejorar, porque el proceso requiere que considere cuidadosamente el ajedrez, además de la forma en que trata de darle sentido al juego. Esto por sí solo no añadirá nada a sus conocimientos del juego, y no "reemplazará" los hábitos mentales que están siendo puestos a prueba, sino que más bien desarrollará y mejorará esos hábitos. La idea de desaprender es ver sus hábitos mentales como hábitos y, por consiguiente, tener un mayor autocontrol durante el juego." (Pág. 19)

Si el lector de estas líneas es lo suficientemente perspicaz (no demasiado, ya que al fin de cuentas yo tampoco lo soy), podrá ver la similitud entre un complicado juego de mesa y el súper complicado juego de la existencia. El ajedrez no imita a la vida, sino, como bien escribe Kasparov, es la vida la que imita al ajedrez, y por lo tanto reflexionando sobre el juego casi siempre estamos reflexionando sobre problemas de nuestra existencia; problemas que son distintos, pero no distantes del tablero bicolor y sus enigmáticas piezas.

Resumiendo: si Ud. es jugador de ajedrez (aunque sea al nivel modesto de hacer una partida con sus nietos) puede leer este libro e incluso curiosear en las reflexiones exclusivamente técnicas. Si Ud. no lo conoce, o no le interesa, o incluso si le desagrada, puede leer perfectamente este libro saltándose todas las descripciones ajedrecísticas, como si de chino o ruso se tratara. Pero en ambos casos le sugiero que intente desaprender el hábito de leer un libro técnico como si fuera técnico y esté abierto para analizar los problemas universales que bajo la capa de alusiones específicas están ahí a disposición de todos.

El libro no es caro, así que en el peor de los casos, tendrá una empresa fallida y podrá maldecirme a gusto por su compra inútil; pero, si es así, deje este libro inútil en algún lugar accesible... es posible que otro espíritu encuentre en él lo que Ud. no ha podido ver.

Ficha Bibliográfica

Rowson(2005). Jonathan Rowson, "Ajedrez para cebras", Editorial La Casa del Ajedrez, http://www.lacasadelajedrez.com Traducción Antonio Gude, Madrid, pp.269. Tit.Orig: Chess for zebras, Gambit Publicationes, 2005.