Stalingrado, la ciudad de Stalin, es famosa por la batalla que se libró en ella durante la Segunda Guerra Mundial. Diversos autores opinan que fue el punto de inflexión de la guerra; el momento y el lugar donde se detuvo la maquinaria bélica alemana, hasta el momento victoriosa e imbatible, y empezó la cruel cuesta abajo del III Reich. Fue, en pocas palabras; el principio del fin.
Anthony Beevor, ya citado en este blog por otro libro, narra la épica desde la óptica de ambos bandos, y para ello se apoya en su investigación sistemática de los archivos rusos y alemanes; además de las entrevistas que hace a los sobrevivientes. No obstante no es un libro árido ni fragmentado, tiene el ritmo de una novela y se lee con interés que no decae hasta que se termina la última página.
La crueldad de la batalla que duró seis meses ha sido reflejada en el cine, pero el texto escrito no puede ser superado por la gran pantalla a pesar de sus medios visuales y sonoros, tanto por la información que contiene (“Las autoridades soviéticas ejecutaron alrededor de 13.500 de sus propios soldados, cifra equivalente a más de una división completa de tropas” (prefacio)” cuanto por el acercamiento humano que un buen escritor es capaz de lograr (“Un soldado desconocido se sintió motivado a escribir una nueva versión de una canción popular: A la luz de una linterna/en la casita/me siento todas las noches/buscando un piojo…” (Pág. 258).
Beevor escribe para todos los públicos y toca temas que, incluso ahora, son tabú para gran parte de la población rusa (las autoridades actuales siguen dudando entre la verdad histórica y las proclamas patrióticas). Un ejemplo de lo dicho se encuentra en la descripción de los “hiwis” los rusos que lucharon codo a codo con los alemanes y cuya existencia es repudiada o incluso minimizada por los autores de la época: “La crueldad casi increíble del sistema soviético explica amplia, aunque no totalmente, por qué tantos antiguos soldados del Ejército Rojo lucharon por el bando alemán. En Stalingrado, las divisiones de la línea del frente del VI ejército tenían 50.000 ciudadanos soviéticos con uniforme alemán. El hambre había obligado brutalmente a algunos a servir en los campos de prisioneros; otros eran meros voluntarios. Durante las batallas finales, muchos informes alemanes dan testimonio del valor y lealtad de estos “hiwis”, que lucharon contra sus propios compatriotas. No es necesario decir que la desconfianza de la NKVD de Beria llegó al frenesí cuando descubrió la dimensión de la deslealtad” (prefacio)
En suma, otro de los apasionantes libros de Anthony Beevor que recomiendo a todo aquel que quiera enterarse un poco más de los principales hechos del siglo pasado.
Ficha Bibliográfica:
Beevor(1998), Anthony Beevor, "Stalingrado", Crítica. Memoria Crítica, Barcelona, 2000. pp. 452, Tit.Orig. Stalingrad
3 comentarios:
No puedo considerarme un asiduo lector de libros de historia pero si un admirador de Beevor. Lo soy porque el autor trata los temas sin tapujos y reparte por todos lados. cuando empezé a leer este libro pensé que Beevor tomaba partido en lo que explicaba, pero me equivoqué de largo.
El libro es impresionante y ameno de leeer como tu dices.
Otri libro que merece la pena del autor es Berlín.
No estoy de acuerdo. El libro es tendencioso desde la primera página en la que se habla de la "mente retorcida" de Stalin mientras que sólo se menciona a Hitler.
Al final casi parecía que los nazis eran unos pobrecitos en manos de los desalmados soviéticos.
Puro revisionismo. No obstante aporta mucha información sobre las horribles condiciones de vida de uno y otro bando
No creo que Beevor sea "tendencioso", si no recuerdo mal el significado de esta palabra. No hay intención de alterar sistemáticamente la historia; al contrario, me parece bastante objetivo.
Otra cosa es que Beevor tenga su "punto de vista", y que éste (como cualquier otro) sea discutible.
La historia siempre está sujeta a interpretación y valoración, y sobre gustos ...
Hasta donde llegan mis pobres conocimientos la historia rusa no ha rescatado del "infierno" a los colaboracionistas rusos. Y existieron bastantes; sobre todo al principio. A tal punto que Stalin temió que la entrada de los nazis ocasionara un levantamiento general del campesinado harto de las tropelías de Moscú.
Fue una gran ocasión desaprovechada por Hitler; por suerte para Rusia y para toda la comunidad occidental. Pero no hay que olvidar que Hitler tuvo en su mano, la posibilidad de hacer que los rusos se volvieran contra el régimen; sólo que sus prejuicios racistas se lo impidieron ver... y desató una violencia tan cruel y tan indiferenciadal que unificó al pueblo ruso bajo el mando de su despiadado líder. Entre Guatemala y la aniquilación o la esclavitud, todo el mundo eligió la primera opción.
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