jueves, 21 de junio de 2007

A.Goldsworthy. Grandes generales del ejército romano

La historia antigua es más moderna de lo que se cree. Algunas veces he comprobado que los buenos autores de ciencia ficción se sirven de acontecimientos sucedidos en el mundo del imperio romano para, mutatis mutandi, situarlos en un nuevo contexto intergaláctico. La operación no carece de lógica. En un universo donde la especie humana se ha extendido a planetas lejanos (incluso encontrándose con otras especies inteligentes y organizadas) la situación vuelve a ser muy parecida a lo que se dió en la antigüedad: la no existencia de una potencia que domine todo el orbe, como es el caso actual de EEUU, la presencia de múltiples poderes feudales que ocupan territorios estratégicos para el comercio, el surgimiento de nuevas creencias que complican más aún una situación fluida… y es así como, sin decirlo expresamente, los novelistas del futuro fabulan sus argumentos apelando al reservorio casi inagotable del pasado.

Todo esto viene a cuento porque leyendo el libro que hoy comento, uno no puede dejar de tener una sensación inversa de “deja vu”: esos hechos pasados… me recuerdan al presente. Escisión Africano, la caída de Numancia, Pompeyo el Grande, la lucha de Cesar para conquistar el poder supremo, Tito y el asedio de Jerusalén, Juliano en la Galia, Belisario y los persas, y otros episodios también importantes forman la trama de este interesante libro escrito por un profesor de Oxford, Adrian Goldsworthy, de nombre muy británico, y que también ha pasado por la Universidad de Cardiff y la de Notre Dame. Un reportaje al profesor puede encontrarse, en lengua inglesa, en http://yalepress.yale.edu/yupbooks/podcast/addendum_goldsworthy.mp3

Los entresijos del poder, junto con las campañas militares, las ambiciones personales y las rivalidades ideológicas entremezcladas con los vínculos emocionales; todo eso puede leerse en este libro que si, además, lo leemos con ojos de escritor de ciencia ficción en busca de argumentos para novelas del futuro, seguro que le daremos un condimento importante para imaginarnos las situaciones que el autor narra: “En definitiva, el poder de Augusto y sus sucesores descansaba en el control que ejercían sobre el ejército. Un emperador necesita habilidad política para calmar al Senado y evitar que el descontento popular se convirtiera en una amenaza, pero nada de eso importaba si sus generales eran capaces de emular a Sila o a César y emplear las legiones para abrirse camino hasta conseguir el poder supremo. Augusto pudo confiar en su extensa familia para librar las guerras más importantes de su principado, pero fueron muy pocos los sucesores que pudieron obrar de igual manera. En un primer momento, Tiberio empleó a Germánico y a Druso el Joven papeles similares, pero después de sus muertes, acaecidas en los años 19 y 23, respectivamente, no hubo nadie para sustituirles en los catorce años que le quedaban de reinado. Calígula, Claudio y Nerón no tenían parientes masculinos adultos para llevar a cabo las guerras en su nombre (y probablemente no hubieran confiado en esas personas si hubieran existido). Al contrario que Augusto y Tiberio, que habían efectuado campañas militares con gran éxito, sus tres sucesores no contaban con experiencia militar, siendo por tanto muy reacios a permitir que cualquiera de sus generales alcanzara una reputación distinguida o se ganara el afecto de sus tropas.” (pág. 307)

Se percibe en este párrafo que he escogido la trama delicada con que se tejen los acontecimientos políticos; el que está en el poder debe estar atento siempre al juego. La ventaja que dispone en un momento dado, una guerra victoriosa, por ejemplo, representa implícitamente una amenaza en el futuro si el prestigio de ese hecho se desliza hacia otras manos. Las relaciones de parentesco, al igual que en las mafias modernas, son un elemento de credibilidad para entregar parcelas de poder, pero llevan implícitas apetitos y ansias de dominio que no siempre ligan con la obediencia debida. Transparentes equilibrios que como alas de mariposa se mueven siempre en direcciones previsibles y con consecuencias caóticas; así la historia, sin enseñar nada, muestra en su devenir los tiempos cíclicos que una mente ingenua ignora. Para los creyentes en un desarrollo progresivo y lineal la historia no se repite nunca, no obstante cabe otra posibilidad no menos atractiva: la historia no se repite jamás, pero las necesidades de los humanos son siempre las mismas y por lo tanto los cambios toman una extraña apariencia circular debida no a un dios travieso que juega con los humanos haciéndolos correr eternamente por una rueda, al estilo de los hámster en su jaula, sino a la constancia de necesidades de supervivencia y desarrollo en un mundo con recursos escasos, donde es necesario luchar para vivir.

Dentro de este enfoque, de sentido común diría, un estudio atento de la historia antigua nos permite intuir las similitudes con una época tan lejana de esos tiempos como la actual. Ahora también vivimos en un mundo donde existen grandes potencias y que sin embargo, a pesar de su poder, son impotentes para controlar las fuerzas sobre las que se asientan. La necesidad de equilibrio y de mantener el control sigue siendo, hoy como ayer, el tema central de la política, sobre todo la internacional.

Ficha Bibliográfica

Goldsworthy(2003), Adrian Goldsworthy, “Grandes generales del ejército romano. Campañas, estrategias y tácticas.”, Editorial Ariel, Barcelona, 2005, pág. 462, Tit.Orig: In the Name of Rome. The Men who Won the Roman Empire, Weidenfeld & Nicolson, 2003.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Roma tuvo grandes generales,que no siempre fueron leales al emperador de turno.Eso es claro para cualquier historiador moderno.Pero lo que me sorprende es la tradicion en el modo de combatir
que se respeto hasta el ocaso del imperio;eso es claro.

Brigantinus dijo...

Cuanto más leo sobre Roma... más actuales me parecen los antiguos.