martes, 28 de agosto de 2007

A.de Botton. Las consolaciones de la filosofía

Filosofía es sinónimo de estudios eruditos y bastante alejados de la vida cotidiana. Existe en casi todos los países una carrera universitaria que produce una clase de licenciados y doctorados que nadie sabe bien para que sirven… excepto para enseñar a otros a seguir por el mismo camino. ¡Líbreme el Señor de criticar tales estudios! Sólo un Wittgenstein podía burlarse de ellos, pero no un simple mortal. No obstante hubo una época en que Filosofía era algo así como el arte de vivir mejor que los demás; no por acumular riquezas, poder o conocimientos, sino por enfocar los hechos vitales de otra manera, y por lo tanto conseguir un estado de tranquilidad y armonía muy aceptables.

Esta clase de Filosofía es propia de los griegos, pero los siglos posteriores se fueron alejando de este programa de sabiduría laico, para enfrentarse con otra clase de problemas, más abstractos y naturalmente más alejados de las angustias cotidianas.

Sin embargo existen una importante cantidad de autores que propusieron en su enseñanza, normas, o reglas de buen vivir y he aquí que Alain de Botton se ha propuesto revisarlos y transmitirnos sus pensamientos. Sócrates, Epicuro, Séneca, Montaigne, Schopenhauer y Nietzsche son los seleccionados y podemos comprobar como dijeron cosas que si bien no aseguran el éxito por lo menos nos darán que pensar.

Al empezar con Sócrates Botton fundamenta así su elección: “… no sólo la hostilidad ajena puede disuadirnos de todo cuestionamiento del statu quo. Nuestra voluntad de dudar puede verse minada con análoga fuerza por un sentimiento interior de que las convenciones sociales han de poseer un sólido fundamento, aun cuando no acertemos a conocer con precisión de cuál se trata, puesto que han contado con la adhesión de muchísima gente durante largo tiempo. Se nos antoja poco plausible que nuestra sociedad pueda hallarse gravemente equivocada en sus creencias y que, al mismo tiempo, seamos los únicos en advertir esta circunstancia. Sofocamos nuestras dudas y seguimos la corriente porque no somos capaces de concebirnos como pioneros de verdades difíciles e ignotas hasta la fecha.

En busca de ayuda para superar nuestra docilidad, dirijamos la mirada al filósofo.” (pág.19)

Luego Botton pasa revista a otro filósofo griego malamente conocido e interpretado tanto por antiguos como por modernos: “Para Epicuro –escribe nuestro autor- la tarea de la filosofía consiste en ayudarnos a interpretar nuestras confusas sensaciones de congoja y deseo, y librarnos así de planteamientos erróneos en aras de la felicidad. Deberíamos cesar de responder al primer impulso e investigar en cambio el grado de racionalidad de nuestros deseos, de acuerdo con un método interrogativo cercano al empleado por Sócrates para evaluar las deficiencias éticas más de cien años atrás.” (pág.64).

Más adelante el libro nos trae a Séneca, a los estoicos y a las consecuencias que podemos deducir de sus enseñanzas: “Pero el planteamiento de Séneca era más sutil. No es menos insensato aceptar algo como necesario cuando no lo es que rebelarse contra algo que sí lo es. Tan fácil es extraviarse aceptando lo innecesario y negando lo posible, como negando lo necesario y anhelando lo imposible. A la razón le corresponde distinguir en cada caso.” (pág. 120).

Y de Grecia Botton pasa al siglo XVI en Francia, para analizar el problema de la ineptitud (tanto propia como ajena) revisando el trabajo de Michel de Montaigne. Lo elige porque “Montaigne no se compadece de si mismo. Antes bien, recurre a la crítica de obras contemporáneas más ambiciosas como síntoma de la perniciosa tendencia a pensar que la verdad ha de morar siempre lejos de nosotros, en otros parajes, en una vieja biblioteca, en los libros de personas que vivieron hace mucho tiempo. La cuestión estriba en saber si el acceso a lo genuinamente valioso está reservado a un puñado de genios nacidos entre la construcción del Partenón y el saqueo de Roma o si, como osaba sugerir Montaigne, tampoco nos está vedado a ti o a mí.” (pág. 179).

Y de autor en autor Botton va pasando revista a las cuestiones que a todos nos afecta, terminando con el aporte de Shopenhauer para los problemas emocionales y el de Nietzsche para enfrentar las diversas y serias dificultades que, demasiado a menudo, nos trae la vida.

Todo el libro es una invitación a no desdeñar ni el aporte de los libros ni a sobrevalorarlos colocándolos por delante de nuestra experiencia. Ese delicado equilibrio entre conocimiento y razón, entre sensibilidad y prudencia que si bien es algo que cada cual debe encontrar en si mismo, también resulta de estar abierto a las mejores ideas que la humanidad ha producido. Al fin de cuentas todo está ya inventado, y si podemos tener buenas ideas a nuestra disposición ¿por qué despreciarlas?

Ficha Bibliográfica:

Botton(2000), Alain de Botton, “Las consolaciones de la filosofía”, Taurus, Madrid 2001, pp.295. Tit.Orig: The Consolations of Philosophy

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