Alguien podría objetar este objetivo (sobre todo si ha tenido una educación católica) criticándolo por egoísta. En ese caso yo le respondería: “¡En absoluto, querido amigo! Si uno quiere vivir bien… también tiene que preocuparse del entorno; no somos seres aislados ni estamos programados genéticamente para vivir en soledad, al contrario de otros mamíferos. Así que un sano “egoísmo” implica una preocupación solidaria por todos nuestros camaradas); y también, lo que considero clave, por los animales y las plantas que nos acompañan (¡quién desprecia o ignora a los otros seres vivos, es un peligro para sus semejantes!).”
Volvamos a nuestro autor. En éste trabajo analiza las ideas del célebre novelista (y muy poco leído) Marcel Proust, un hombre “franco y campechano” quién fue capaz de escribir lo siguiente, en un diario francés de la época, a un catastrofista científico norteamericano: “Creo que si estuviéramos ante la amenaza de morir del modo en que usted dice, a todos la vida nos parecería repentinamente maravillosa. Piense solamente en la cantidad de proyectos, viajes, amores, estudios que nuestra propia vida nos oculta, y que son invisibles debido a nuestra pereza y a que por nuestra certeza de que existe un futuro posponemos sin cesar…” (pág.10).
Botton revisa las opiniones de Proust publicadas en sus artículos y en su famoso libro (“En busca del tiempo perdido”) para ofrecer al lector pistas sobre que hacer para amar la vida un poco mejor, vivir el reloj de otra forma, saber expresar nuestras emociones, conservar los amigos, mantener los ojos bien abiertos, ser feliz con los que amamos y aprender a leer aquellos libros que nos prestan un verdadero apoyo.
En realidad muchos de estos consejos son previsibles, y no se puede decir que ninguno nos sorprenda por su radical novedad; pero Botton, nacido en Suiza y que vive habitualmente en Londres, es un filósofo del “día a día”; es decir alguien que explora lo evidente y lo convierte en objeto de investigación y de renovado interés.
Gracias a Botton yo, lo confieso, he descubierto a Proust, y no me avergüenza escribirlo porque no es desdoro necesitar un guía para explorar muchas cuestiones tanto de nuestro entorno como interiores. Se necesita de alguien que nos señale, por ejemplo, este párrafo de Proust para que le prestemos atención:
“La verdadera belleza es lo único que de veras resulta incapaz de responder a las expectativas de una imaginación romántica en demasía […]. ¡Qué decepciones no habrá causado desde que se presentó ante la humanidad entera! Una mujer va a visitar una obra maestra con tanta emoción como si estuviera a punto de terminar una novela por entregas, o como si hubiera ido a consultar a un adivino sobre su porvenir, o como si estuviera esperando a su amante. En cambio, ve a un hombre sentado, un hombre en actitud meditativa, junto a una ventana; en su habitación no hay demasiada luz. Aguarda un momento, no sea que vaya a aparecer algo más, como si se tratase de una transparencia de boulevard. Y aunque la hipocresía pueda sellar sus labios, en el fondo de su corazón dice lo siguiente: “¿Cómo? ¿Es eso todo lo que tiene el Filósofo de Rembrandt?”. (pág.166)
Este párrafo lo usa Botton para indicar cómo la belleza no es algo que se nos ofrezca sin más, y que necesita de nuestra búsqueda y conocimiento para saber encontrar lo que ofrece. Y así en el diálogo entre el autor moderno y el clásico francés el libro nos guía por aquellas cuestiones que deben ser repasadas atentamente para ver lo que estando delante nuestro, por obra de la costumbre y la prisa, se convierte en invisible.
Escribe Proust:
“Los pesares y tristezas, en el momento en que se transforman en ideas, pierden parte del poder que tienen de destrozarnos el corazón” (pág.83)
Y continúa Botton: “De todos modos, con harta frecuencia en el sufrimiento no llega a operarse una transformación alquímica de la cual resulten las ideas, y en vez de proporcionarnos un mejor concepto de la realidad nos empuja en una nefasta dirección que no nos enseña nada nuevo, hacia un terreno en el que estamos sujetos a muchas más ilusiones y en el que tenemos muchos menos pensamientos vitales que sí, de entrada, nunca hubiéramos sufrido. La novela de Proust está repleta de lo que podríamos llamar “malos sufridores”, pobres almas que han sido traicionadas en el amor, excluidas de las fiestas o que están doloridas por un sentimiento de inadaptación intelectual o de inferioridad social, pero que no extraen ninguna lección de todos esos males y que, de hecho, tienden a reaccionar ante ellos dedicándose a una amplia gama de ruinosos mecanismos de defensa, entre ellos la arrogancia y el autoengaño, la crueldad y la insensibilidad, el rencor y la rabia.” (ibidem)
El lector perspicaz aprecia, en lo anterior, que el análisis Bottoniano no se limita a seleccionar partes escogidas de Proust y a alabarlas como haría un comentarista dócil; sino que dialoga con el lector en un relación triangular (ya que éste, el lector, también integra virtualmente la mesa de discusión) y donde Proust es un punto de referencia y también de apoyo para reflexiones propias, pero no una autoridad inapelable.
En mi modesta opinión es uno de los libros de Botton más logrado, o que me llegó más, y por lo tanto me parece que ofrecer un comentario sobre él es, como lo decía al principio, contribuir un poquito a mejorar mi entorno difundiendo las cosas buenas que nos suceden.
Ficha Bibliográfica:
Botton(1997), Alain de Botton, “Cómo cambiar tu vida con Proust”, Ediciones B, Madrid, 1998, pp.223. Tit.Orig: How Proust can change your life.
Nota: Un interesante reportaje sobre Botton puede leerse en
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