Una vez una profesora de matemáticas, muy progresista ella, me explicaba con marcados ademanes y voz convencida, que “los niños no entienden lo que hacen cuando suman o restan números…”, yo asentía con cortesía pero para mi coleto pensaba “¿qué demonios entenderá realmente esta mujer de lo que cree entender?”. Y es que … ¡hay niveles de comprensión! como era dable esperar. Pero ¿cuántos niveles? ¿Cómo identificar el primer nivel? ¿Cómo localizar el tercer nivel? y, para abreviar, ¿Existe un último nivel, y es éste de alguna manera comunicable?
Todo este proemio entre filosófico y casero viene a cuento porque yo no estoy convencido de haber alcanzado ningún nivel significativo en materia de compresión de “genes”, “cromosomas” “genomas” y cosas que se le parezcan.
Algo he leído, no lo oculto, pero el tema se resiste a licuarse en mi cabeza y a irrigar mis torturadas neuronas por el esfuerzo. Tengo la sensación, (y aquí aventuro una especie de prueba práctica, como “la del algodón”, sobre esta delicada materia de la comprensión), que cuando uno realmente comprende algo, puede ver ese algo en configuraciones muy distintas y dispares. Es decir que se puede reconocerlo aunque se disfrace de otra cosa y aparezca en un lugar inapropiado.
Bien ¿puedo hacer eso con el concepto de “genes” o “cromosoma”? Pues la verdad que no. Cuando salgo de este tema no encuentro cosas que se le parezcan ni lo aplico en mis razonamientos y observaciones sin esfuerzo. La sensación es que cuando me sacan el libro de la mano… me quedo mudo; y esta sensación es la que me da la pauta que mi comprensión del asunto anda reptando por los niveles más inferiores que puedo imaginar.
Por supuesto que el libro que ahora comento es perfectamente legible, y está al alcance de cualquier lector preparado para leer ensayos y no sólo novelas de moda… pero… mejor pondré un ejemplo:
“Imagínense que el genoma es un libro:
Hay 23 capítulos llamados CROMOSOMAS.
Cada capitulo contiene varios miles de historias llamadas GENES.
Cada historia está compuesta de párrafos llamados EXONES con anuncios intercalados llamados INTRONES.
Cada párrafo está compuesto de palabras llamadas CODONES.
Cada palabra está escrita con letras llamadas BASES.” (pág.18)
¡Verdad que esta claro! Yo no lo dudo. Pero me siento como la niña que saltando con su recipiente vacío va recitando por la calle todo lo que su madre le dijo que comprara: “23 capítulos de Cromosomas… miles de Genes… miles de párrafos Codones….. y cuando llega a la tienda (en este caso sería, cuando uno lee uno de los capítulos del texto), se encuentra que… ¡está en cortocircuíto! ¡Que no recuerda nada!
¡Pero si no es tan difícil! Me digo, a ver, vuelve a leer: “…Hay 23 capítulos llamados…” y otra vez vuelve la claridad; sólo que ahora, al intentar entender el tema específico que ha motivado mi autoexamen, me encuentro que ando con muletas, dudando, como si se tratase de un terreno minado.
Puede ser una falta de familiaridad básica con el tema (la clase de familiaridad que se adquiere, sin duda, cuando uno tiene una madre bióloga y ella nos arrulla con textos de su especialidad mientras estamos colgados de su teta), puede ser. Pero como soy hombre optimista que no duda que todo es comprensible… si nos dan tiempo para ello, he releído este libro y volveré a releerlo hasta poder ver genes en la sopa, y cromosomas en cualquier gotita de sangre que encuentre frente a mis ojos.
El libro, eso sí, tiene una pequeña trampa que lo hace mucho más ameno, pero donde el lector corre el peligro de tomar las hojas por el rábano. Cada cromosoma tiene, como habéis podido leerlo más arriba “miles de historias”, es decir “miles de genes”. El autor ha tomado una historia en particular, un gen, como representativo del cromosoma, lo cual es falso (y el lo sabe y así lo aclara al principio, aunque luego pueda suceder que el lector se olvide). Podría haber tomado otro gen como representante del cromosoma en cuestión, y nuestra percepción de cambiaría radicalmente.
No obstante este truco permite hacer muy legible un tema que por otra parte sería casi inaccesible para el lector medio (entre los que me encuentro). Así que lo recomiendo para iniciarse, o para contrastar conocimientos y de paso pasar un momento entretenido (al igual que se divierten los alpinistas con un pared particularmente atractiva).
En mi caso, es también mi piedra de Sísifo particular. Pero algún día, seguro, la llevaré hasta la cumbre.
Ficha Bibliográfica:
Ridley(1999), Matt Ridley, "Genoma", Taurus, Madrid, 2da.edición enero 2001, pp.388, Tit.Orig: Genome, Fourth Estate Limited
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