En 1940 escribió, poco después de vencida Francia por las tropas alemanas, un pequeño libro en el que cuenta su experiencia y las razones que a su juicio determinaron la derrota del poderoso ejército francés. Ahora, a toro pasado, nos parece natural que los nazis avasallaran con su gran poder militar primero a Polonia y luego a Francia; pero en la época las cosas se veían muy diferentes. La hipotética derrota francesa era muy difícil y el ejército galo se había preparado a conciencia para la futura contienda. No obstante se derrumbó como un castillo de naipes. Bloch estudia esa “extraña derrota” y lo hace con la competencia de un historiador bregado en análisis y crítica histórica. Claro, en este caso carece de la visión general que tiene todo historiador que trabaja su materia décadas o siglos después; por eso resulta también interesante observar como un profesor que participa en la lucha en primera fila puede percibir los hechos que mucho más tarde serán juzgados por sus colegas.
“Lo más terrible fue que este desasosiego afectó a círculos que tenían responsabilidades mucho mayores. Varios de entre nosotros constatamos horrorizados cómo progresaba, casi día tras día, entre algunos de los oficiales que ocupaban los cargos más considerables del estado mayor, especialmente entre aquellos a quienes correspondía de oficio el gobierno de las operaciones. Los primeros síntomas del mal fueron externos: miradas extraviadas, barbas mal afeitadas, un nerviosismo que pasaba bruscamente de una agitación febril por naderías al fingimiento de una serenidad imposible. Cuando un jefe empieza a decir “¿para qué?”, pobres de quienes ejecutan sus órdenes. Luego fue subiendo la marea de una desesperación que, en lugar de servir de acicate a la acción, parecía buscar refugio en una suerte de pereza somnoliento. No he conocido espectáculo más desmoralizador que ver algunos desplomándose en los sillones de la 3ª oficina. Naturalmente, de tanto en tanto se aferraban a las ilusiones más inverosímiles, sobre todo cuando la iniciativa salvadora parecía corresponder a otros. Durante un día, en Attiches, nos embriagamos con la imagen de un ejército caritativo que, según se decía, avanzaba “a marchas forzadas” sobre Arrás y Bapaume. Para caer después aún más bajo en la atonía de la voluntad, a imagen y semejanza de lo que acontecía en círculos todavía más elevados. “Haga lo que quiera, mi general. Pero al menos haga alguna cosa.” En Lens, uno de mis camaradas oyó a uno de los comandantes de unidad del ejército increpar así al general Blanchard.” (pág.114).
El libro contiene también “El testamento de Marc Bloch” y sus “Escritos Clandestinos” en los que se observa una preocupación por el futuro post bélico y su experiencia de profesor.
El libro tiene varias lecturas: por un lado es un excelente diario de guerra, por el otro sirve como homenaje a un gran historiador; además podemos contemplar como funciona un cerebro adiestrado para pensar en circunstancias muy difíciles y, naturalmente, reflexionar sobre las diversas cuestiones, incluso académicas, que el autor discute. Lo veo indispensable en la biblioteca de un militar, de un estudioso de la guerra y naturalmente de un historiador o aprendiz de ello.
Ficha bibliográfica:
Bloch(1940), Marc Bloch, “La extraña derrota”, Crítica, Libros de Historia, http://www.ed-critica.es Barcelona, 2003, pp.256. Tit.Orig: L’Etrange Défaite. Témoignage écrit en 1940, Gallimard 1990.
3 comentarios:
Emm... ¿quién es ese "Blog" del que hablas en la quinta frase del párrafo segundo del post? ;-)
Gracias Jaime por el comentario. Evidentemente fue un error al teclear. En vez de escribir "Bloch", escribí "Blog".
A veces es difícil compartir gustos “intelectuales” (por que no me gusta esa palabra específicamente”, con el contextos social. Soy joven, de nacionalidad mexicana. Recientemente me he paseado por tu blog, por cortos períodos, pero sin duda agradables. Me gustaría poder ponerme en contacto con tigo, pues me gusta leer; acepto que me superas gratamente, elegante. Bueno, de todos modos mi correo es Tulipan_xxp@hotmail.com, si fueses tan amable, dispones de tiempo, de fuerzas, comunícate con migo. Es esplendido saber que no todos se guían de los artificios de la comercialidad.
La que suscribe: Clarisa Camargo
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