El libro, extenso y detallado, no ahorra descripciones de las luchas, al contrario, las detalla cuidadosamente poniendo a prueba todos los recursos expresivos del autor que, como dice en alguna parte del libro, está decidido a dar testimonio de lo que pasó tal como lo vió: “…el tanque, seguido por dos más, pasó cerca de nosotros y atacó a la defensa enemiga que nosotros rociábamos hacía unos minutos. En un momento, la zanja, casi colmada de cuerpos de los soldados rusos, fue franqueada. El segundo y tercer blindados se hundieron en el sangriento amasijo y siguieron hacia delante con un restos horribles enganchados en los eslabones de sus cadenas. Nuestro suboficial vomitó involuntariamente. Pronto, los jóvenes soldados, recién salidos de las deportivas alegrías de los cuarteles, chocaron con la realidad inmunda. Hubo un grito de horror, seguido de otro de triunfo, y la oleada de asalto pisoteó aquellas tripas para continuar su progresión. Del bosque que había detrás de nosotros seguían surgiendo blindados. A cada momento, con un gran gemido de árboles quebrados o descuajados, un panzer salía del oquedal y embestía, casi encabritado sobre sus orugas, atravesando las compañías de infantería que debían dejarles paso apresuradamente. Desgraciados de los heridos que yacían en el suelo.” (pág.327).
Así, dispuesto a contar todo lo que vivió como soldado del bando perdedor, del que, según sus palabras, ya nadie quiere saber nada (escribió estas memorias en 1952, estando enfermo), va relatando la, al principio eufórica, invasión a Rusia hasta que la marea cambia de signo y los soldados muchas veces abandonados a sus mínimos recursos de supervivencia van retrocediendo al principio ordenadamente y más tarde luchando desesperadamente para no caer en cautiverio: “Nuestra marcha abrumadora sigue entre las cohortes lastimeras de refugiados que agonizan ante la adversidad. Por dos veces, los aviones soviéticos picarán sobre este convoy de misericordia y lo regarán con proyectiles destinados a destruir tanques. Cada impacto despedaza a la masa en largos surcos innobles y el viento trae un momento el olor tibio de los cadáveres destrozados. Los niños, sobre todo, me dan miedo. No existe nada a escala de su comprensión. No saben si se se trata de aviación enemiga. No saben si se trata de frio y de hambre. Todo es un sufrimiento y cada paso que deben dar es una trampa.” (pág.751)
El libro es duro, tal como se puede juzgar por los fragmentos que he citado. Llama la atención lo bien escrito que está, a pesar de que su autor es un hombre común que no ha tenido otra vocación que la de servir a lo que consideraba su segunda patria en una larga y perversa guerra. Según su editor francés, tal como consta en el prólogo, estas memorias las escribió en el plazo de cinco años, ocupando diecisiete cuadernos donde trató de detallar todo lo que su memoria mantenía vivo. En cierta forma ésta tarea le sirvió de psicoterapia improvisada para exorcisar todos los demonios que la guerra había instalado en su cerebro. Y si bien es posible que le ayudara en este cometido su testimonio queda como documento intemporal que no sólo habla de unas operaciones bélicas localizadas en el tiempo y en el espacio sino de la crueldad en cualquier guerra, y como los hombres, no importa sus ideas y sus valores, terminan atrapados en una maquinaria que tritura cualquier atisbo de individualidad.
Llama la atención la extrema disciplina del ejército en el que estaba encuadrado, con episodios absurdos (tales como degradar a un oficial luego de una larga batalla y una retirada extenuante por haber perdido sus prismáticos en el combate) pero que muestran, por otro lado, porque las tropas germanas no se derrumbaron a pesar de los incensantes ataques y las frecuentes rupturas de comunicaciones entre el mando y los diversos frentes. Una maquinaria tan perfecta que se necesitó la fuerza combinada de todo el mundo para poder destruirla hasta la raíz. Hay que considerar que la derrota de Alemania no estaba cantada y que las circunstancias, incluso las casualidades, jugaron un papel nada despreciable en su derrota.
En estos tiempos, y aquí en España, un relato como el de este soldado linda con el surrealismo o la ficción. Resulta difícil de creer y casi imposible de imaginar (las películas no ofrecen ni por asomo las imágenes que él describe). Pero ahí está, como un documento, que cada cual puede juzgar como le de la gana. Yo pienso que no es exagerado, que transmiten sus palabras mucha autenticidad, pero claro… yo tampoco estuve allí (por suerte) y sólo puedo apreciar las evidencias desde la distancia y la comodidad del presente. Es un libro que recomiendo, aunque aseguro que nadie que lo lea seriamente… le levantará el ánimo.
Ficha Bibliográfica:
Sajer(1952), Guy Sajer, “El soldado olvidado” Inedita Editores, books4pocket, 2ª edición (de bolsillo), Barcelona, julio 2007 (hay edición en formato normal del 2006), pág.797. Tit.Orig: Le soldat oublié. Éditiones Robert Laffont, 1967.
3 comentarios:
Un libro bien escrito aunque su autor no sea escritor.Un libro con un ritmo vertiginoso y sin pausa sobre sus brutales experiencias durante la guerra,una lectura increible que recomiendo.
Uno de los libros que más me han impactado de todos los que he leído. Yo también lo recomiendo, aunque aviso que es muy duro.
En mi blog escribí un comentario también por si quieres pasarte a verlo.
Buen post. Un saludo!
Excelente libro que relata el enorme sacrificio del ejercito aleman en su cruzada contra el bolchevismo comunista.
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