Éste es un libro raro, poco común, y que incluye reflexiones y situaciones muy inquietantes. Además es un libro extenso, que bien podría desdoblarselo en dos tomos (lo que resultaría más cómodo, aunque quizá no fuera un formato comercial); tan extenso que he tardado un tiempo desacostumbrado en leerlo, sobre todo por la necesidad de releer párrafos aparentemente sencillos pero que llevan su miga escondida. Connie Willis no es una autora para mi desconocida. He leído de ella el excelente y recomendable "Oveja Mansa", que, como sociólogo, me ha interesado particularmente. También el más famoso, y el que la ha empujado hacia la popularidad en su país, "El libro del día de juicio final", donde la ciencia ficción es un género respetable y muy popular (como no podía ser menos, ya que este género nació precisamente en EEUU); y también leí de la misma autora: "Los sueños de Lincoln" y "Por no mencionar al perro", ambos muy diferentes entre sí, pero igualmente atractivos. Por lo tanto sabía en que me metía cuando me decidí por "Tránsito"; a ver que se traía entre manos esta inteligente autora.
Pues bien, de todos los mencionados éste es el más inquietante y el que me cuesta más hacer un comentario sosegado.
Me gustaría mencionar mas datos de la carrera de Connie (como lector cliente suyo me puedo permitir llamarla así), pero tengo la sensación que me estoy escapando del tema porque, sinceramente, no se por donde tomarlo.
Escribir sobre la muerte no es original; gran parte de la literatura lo hace (simultanéandolo con el "amor", el otro gran tema). Pero Connie no escribe sobre la muerte, sino sobre los llamados procesos ECM (o sea, Experiencias Cercanas a la Muerte). Esa clase de cosas que todos hemos leído, aunque más no sea en revistas, donde aparecen, a los que están en coma, túneles oscuros con luces brillantes y a veces la experiencia de sobrevolar la sala de operaciones observando desde arriba lo que los cirujanos hacen con uno. Son cosas tan divulgadas, como poco creídas; forman parte, diría yo, de las "leyendas urbanas" que muchos repiten con humor, cuando están lejos de caer en las situaciones aludidas.
Escribir sobre esta clase de experiencias es tener mucho valor, incluso como novela. Es muy fácil caer en el ridículo, o en situaciones irreales que harían hasta sonreír a un tonto de capirote. Así que mis dudas estaban justificadas pese en que creía, por experiencia, en la competencia de Connie para tales empresas. También temía que en algún momento podía lanzar el libro por la ventana, y con él mi aprecio hacia la autora, si pretendía hacerme comulgar con ciertas hipótesis muy místicas.
En el prólogo que le hace Miquel Barceló, el director de la colección y hombre estimado por mi como persona seria y meditada, escribe Connie Willis lo siguiente: "Le conté a mi agente, Ralph Vicinanza, que en mi opinión podía haber escrito la novela perfecta. Las partes anti-ECM van a irritar a la gente que cree en las ECM, y las partes místicas van a sacar de sus casillas a la comunidad científica. Puedo acabar haciendo enfadar a todo el mundo. E imagino que entonces habré tenido éxito" (pág.9)
Estas palabras, tan bien colocadas en el prólogo de M.Barceló, sólo hicieron que venciese mi recelo inicial ya que si la autora estaba segura que haría enfadar a todo el mundo... no podía menos que tener mi simpatía inicial.
Así que me sumergí el libro, y durante una semana (no de lectura continua, por supuesto) me encontré, como si yo tuviera una ECM, en el mundo muy real, a pesar del humor de la autora, de la psicóloga cognitiva Joanna Lander, del neurólogo Richard Wright y de un hospital gigantesco que se parece a cualquiera de los que los occidentales del primer mundo tenemos a mano para tiempos peores.
No puedo resumir lo que sucede en la novela, y por otro lado me obligaría a un esfuerzo desacostumbrado que no pienso hacer. Mi sensación es que se podría crear un cuento corto con todo lo que en ella sucede, y saldría redondo; pero si se condensara todo el libro en pocas páginas... perdería algo importante: realismo. La extensión de la novela, me parece ver, no es casual ni resulta de un imperativo editorial-comercial; hay partes cansadoras, en las que uno se pierde, y hay que hacer una interrupción so pena de leer resbalando la vista por las líneas negras pensando en otra cosa. Pero luego de una parte "aburrida" llega otra importante, y ambas se apoyan, igual que en la vida real. El libro muestra una investigación en marcha; un complejo mundo de personas, intereses y emociones, los temores de los personajes y como puede intentar enfocarse algo tan delicado y rebelde como una ECM sin caer en el ridículo.
Hay partes del texto que son tan inesperadas que nos sorprenden como si oyéramos por la radio una noticia de última hora catastrófica e imposible. Pero no quiero entrar en la técnica de narración de Connie, que, por otra parte, genera asociaciones con todos sus libros leídos, ya que se la reconoce en su humor tan peculiar; lo importante es el tema central y la tesis que expone. Tesis muy creíble, para mi mentalidad, y que no tiene nada de ciencia ficción. En realidad que la autora haya sido encasillada en este género es también algo muy propio de la c.f., al igual que Orson Scott Card, son autores de literatura y el hecho de que se permitan ciertas licencias tecnológicas o temporales no debería llevarnos a encasillarlos en un género determinado... o quizá sí, quizá el género c.f. es eso, como a veces ha escrito Miquel Barceló, una colección de temas tan abiertos donde cualquier cosa puede entrar a condición que sea muy creativa y rompa moldes perfectamente establecidos. Pero eso es otro tema.
Para terminar me quedo con las últimas palabras de Connie Willis, porque resumen tan bien lo que he sentido con la lectura del libro que no encuentro otras mejores: "-Todos los barcos se hunden tarde o temprano- dijo, y alzó la mano para saludar-. Pero hoy no. Hoy no." (pág.1033)
¡Gracias Connie por este libro!
Willis(2001), Connie Willis, "Tránsito", Byblos, Ciencia Ficción, 1ra. edición julio 2004, www.edicionesb.com, pp. 1037 (edición de bolsillo), Tit.Orig: Passage
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