La pasión por los libros es una pasión tardía... aunque no siempre. En mi caso, sin ir más lejos, surgió muy de pequeño. Recuerdo que me desesperaba ver los tebeos y no poder entender lo que decían. Luego, cuando aprendí a leer, mi madre andaba siempre tironeándome en la calle, ya que cuando veía un cartel trataba de leerlo y mi ritmo de lectura me obligaba a detenerme y deletrear pausadamente las sílabas. Esto ponía muy nerviosa a mi progenitora.
Por lo tanto no resulta nada extraño que cuando vea un libro como éste me lo compre, a ver que contiene de parecido con mis experiencias.
Sin embargo éste, que hoy comento, no se refiere tanto a la lectura como a una clase especial de coleccionistas: los bibliófilos. Aquellos sujetos que buscan ediciones raras, y preferentemente antiguas, y que les agrada tanto leerlos como tocarlos, olerlos y tienen que contenerse duramente para no "saborearlos" también.
De ese extraño mundo trata este libro. Un libro que, a la manera Borgiana, habla de libros. Y por lo tanto no resisto la tentación de copiar esta dedicatoria que se halla al principio: "A los bibliófilos pobres, que viven en el purgatorio terrenal, como este amateur. A nuestra mujeres, que practican la virtud heroica de compartirnos con multitud de amantes. Y a los amigos como Julián y Jon: no me los merezco."
Ficha Bibliográfica:
Mendoza(2002), Francisco Mendoza Díaz-Maroto, "La pasión por los libros. Un acercamiento a la bibliofilia", Espasa, Colección Ensayo y Pensamiento, Madrid, 2002. Pág. 397
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