Es un trabajo, como era de esperar, bien documentado. El autor reconoce que ha recibido ayuda e información de “la Sociedad Antroposófica, La Iglesia Universal y Triunfante, la Fundación Internacional Emisario, la Llama Eterna, la Gran Hermandad Blanca, el Centro Krishnamurti de Brockwood Park y la Sociedad Teosófica” (pág.12) amén de otras organizaciones oficiales y universitarias. Si consideramos que el “índice de nombres” de este texto fue preparado por Douglas Matthews, de la Biblioteca de Londres, se podría afirmar sin género de duda que el texto resulta de utilidad para introducirse en el tema o para consultas en caso de estar ya especializado en él. Su lectura nos permitirá conocer las ideas y las biografías de personajes famosos del esoterismo, como Madame Blavatsky, Gurdjieff, Ouspensky, Rudolph Steiner, Krishnamurti o Idries Shah. Leeremos un análisis crítico de ideas y hechos formulado desde el escepticismo, combinado con un sutil humor, y de las relaciones de tales ideas con autores británicos importantes, como Yeats, Shaw, Catherine Mansfield, Aldous Huxley, Isherwood, etc.
Sirva este fragmento como ejemplo: “A Huxley le impresionaba sobre todo el pacifismo basado en fuertes principios de muchos teosofistas. Nacido en 1894, pertenecía a la generación de jóvenes diezmados por la carnicería de la Primera Guerra Mundial, que tan profundamente marcó a quienes la sobrevivieron, incluso a los excluidos del servicio militar, como fue el caso de Huxley. Lo que más le preocupó después de la guerra fue la posibilidad de hacer algo práctico con respeto a la extensión del militarismo, que sólo podría contribuir a otro conflicto, posiblemente más sangriento. Esto tenía que ser más que predicar el pacificismo. La guerra, según le parecía a Huxley, no era un desafortunado incidente que tuviera lugar ocasionalmente y matara a los infortunados espectadores. Ni, como mucha gente piensa, la fuerzan sobre naciones que no la quieren los políticos inicuos o los hombres de negocios aprovechados (aunque éstos tienen buena parte de responsabilidad). Por el contrario, la guerra surge de los corazones de la gente corriente, que la consideran una característica esencial, inevitable y hasta deseable de la existencia humana…” (pág.300).
Así el autor muestra las conexiones y relaciones entre ideas, posturas políticas y problemas sociales que llevaron, a prestigiosos nombres de la literatura o de la política a creer que algunos personajes “espirituales” podrían aportar algo de valor al fondo colectivo de creencias aceptadas.
Sin embargo, no se piense que ésta sea una obra únicamente destinada a demoler las creencias del mundo tesófico; también aporta un estudio de ellas que arroja luz sobre cuestiones arduas. Cuestiones que no pueden ser resueltas de un plumazo o con una simple afirmación descalificadora: “La aproximación a la teosofía da el mayor interés a las discusiones que después de la guerra mantuvo obsesivamente Krishnamurti acerca de la naturaleza del tiempo. En todas sus conferencias públicas y en las charlas privadas, insistía una y otra vez en la importancia decisiva de vivir en el presente; no en el sentido de que debiéramos saborear únicamente el momento fugaz, sino de tal modo que no caigamos prisioneros del pasado. El gran objetivo de la vida de Krishnamurti fue la libertad espiritual y eso sólo se consigue aprendiendo a despojarse de todos los vínculos posesivos, sean cosas, personas o experiencias y deseos. Hay un sentido, creía él, en el cual el pasado no existe, salvo como ilusión, pero es una ilusión muy poderosa. A menos que escapemos de ella no hay posibilidad de desarrollar la visión interna espiritual, porque ésta depende de la clara percepción de las cosas como son, no como han sido o nos hubiera gustado que fueran” (pág.345).
La lectura y relectura de este libro me ha sido de gran utilidad. Es muy fácil pasar de una gran admiración al polo opuesto, y considerar que todo lo escrito en ese lado de la calle es, simplemente, un montón de galimatías inventadas por unos aprovechadores de la credulidad, siempre inagotable, de sus seguidores. Es evidente, que ha habido mucho de ello. Pero la realidad tiene más vueltas de lo que admite nuestra paciencia, capacidad de observación y estudio; por lo tanto se impone la matización acompañada del análisis objetivo de la información que nos consta. Como escribe un poco más adelante P.Washington, luego de revisar algunos aspectos relevantes y no siempre coherentes en la vida del citado gurú: “… Pero la manera de resolver estas contradicciones –y la manera de resolverlas el mismo Krishnamurti- es localizar la fuente espiritual dentro del individuo. Ésta ha sido la solución de los místicos de todas las épocas, desde los antiguos budistas y los cristianos medievales hasta Aldous Huxley, el amigo de Krishnamurti. Y lo es más significativo, también aparece en las doctrinas hindúes del Advaita Vedanta, que identifica el alma como un aspecto de esa realidad absoluta a la cual aspira. Krishnamurti repetía siempre que los individuos deben trazar su propio destino. Diciendo esto, resucitaba una antigua doctrina, como, según él, debía hacer la teosofía. Escuchando la voz de su yo profundo, es posible que Krishnamurti estuviera regresando al ascetismo de sus antepasados hindúes.” (pág. 348)
En síntesis, un texto serio que puede ayudar a los inclinados a estos temas, y que merece ser localizado aunque, no obstante, haya desaparecido temporalmente de los escaparates de las librerías y quedarse en el limbo de los libros que no son “de reciente aparición” hasta que algún editor avisado se decida a reencarnarlo en una nueva edición.
Ficha Bibliográfica:
Washington(1993), Peter Washington, “El mandril de Madame Blavatsky. Historia de la Teosofía y del Gurú occidental”, Ediciones Destino, Barcelona, 1ra. Edición, noviembre de 1995, pág. 500. Tit. Orig: Madam Blavatsky’s Baboon, Martin Secker and Warburg Limited, part of Reed Consumer Books Limited. Michelin House,
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