martes, 25 de noviembre de 2008

C. Vidal. José Antonio. La biografía no autorizada


Biografías de José Antonio, el fundador de la FalangeEspañola, hay variadas y todas, como no era menos de esperar, sesgadas a favor o en contra. Las primeras suelen denominarse “apologéticas”, las segundas “objetivas”, y yo no seré menos con mi comentario (también “objetivo”). 

El fascismo me cae mal; no me gustan los autoritarismos de ninguna clase, y creo que si todos fuéramos algo más tolerantes el mundo no iría peor (y con esto me conformo). Sigo creyendo en las virtudes de escalar posiciones gracias al trabajo y el esfuerzo personal; no por razones nacionalistas, de riqueza, étnicas o religiosas; pero es evidente que hay grandes sectores de la población que de una manera u otra amparan o ven con buenos ojos partir de una situación de privilegio.

 Seguro que nadie lo dirá en voz alta, pero si por pertenecer a determinada raza, o tener papás ricos, o cualquier otra ayudita que venga “de arriba”, uno obtiene más ventajas… a nadie le amarga un dulce. En el fondo el fascismo es poner por escrito que si uno tiene la fuerza también tiene la razón, y que si además se conquista el gobierno, entonces la justicia está de nuestro lado… y los que no piensen así pueden elegir entre irse muy lejos, aguantar, o una confortable cámara de gas para despedirse de las amarguras de este mundo cruel.

José Antonio fue uno de esta clase, y estaba “a la derecha” porque vivía en España y nació en 1903. Si hubiera nacido en la URSS probablemente sería un chequista convencido, y si hubiera nacido en EEUU a lo mejor habría sido un republicano de pro. Uno, como decía Borges, no elige donde nace, ni la época que te toca sufrir, pero por alguna razón que desconozco, algunos siempre se inclinan por imponerse a los demás, con el dinero, con los puños y las pistolas (al estilo de José Antonio) o con diatribas morales que separan tajantemente lo bueno de lo malo (al estilo de la izquierda progre europea o la izquierda radical sudamericana).

De José Antonios hay millones, y si uno pudiera practicar un ascetismo confortable en algún pico de montaña inaccesible, sería la mejor política para evitarlos.

Pero creo que me he ido por peteneras, así que vuelvo al tema. César Vidal cuenta como era la España de entonces, con clases bien definidas y con un gobierno que no era amigo de las sorpresas y los cambios: La España en la que nació José Antonio era, formalmente, una monarquía parlamentaria cuyo rey había sido declarado mayor de edad el 17 de mayo de 1902, poco menos de un año antes del nacimiento de José Antonio. Pese a su carácter parlamentario, la representatividad del régimen había quedado, en la práctica, desvirtuada desde su propio nacimiento, a finales del siglo pasado [el autor se refiere al XIX]. Tal circunstancia derivaba del sistema de turnos consistente en que los dos partidos dinásticos, lo liberales y los conservadores, se alternaban en el poder en virtud de un acuerdo previo por el que se determinaba, antes de las elecciones, quién obtendría la victoria en las mismas y con qué número de diputados. Con la excepción de algunas grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia…) donde el caciquismo no podía funcionar a la perfección y, por tanto, era incapaz de asegurar que se ejecutaría la voluntad de los dos partidos mencionados, los diputados no eran realmente elegidos sino “hechos”. Para revestir de una apariencia de legalidad al sistema, las elecciones recurrían a un mecanismo conocido vulgarmente como el “pucherazo”. En virtud del mismo, antes de celebrarse aquéllas, el ministerio de la Gobernación transmitía a los caciques provinciales las instrucciones precisas para que aseguraran que los resultados se corresponderían con el acuerdo previo suscrito por liberales y conservadores.” (pág. 14).

De esta forma César Vidal, con prosa clara y sencilla, va desgranando las circunstancias de aquella España, hoy tan lejana como la de Carlos I… y sin embargo tan curiosamente cerca en la supervivencia de algunos rasgos psicológicos colectivos. El libro se lee muy bien, y yo, que tengo y tenía cierta resistencia a este tema, lo consumí con rapidez. Señal que me enganchó aunque como todo libro de Historia, el final es sabido.

Para decirlo en pocas palabras José Antonio fue un señorito por nacimiento y de derechas por familia, al que la época (Hitler conquista el poder en 1933 demostrando que por elecciones también se puede instalar una dictadura y Mussolini gobierna Italia) convierte naturalmente en fascista. Funda la Falange y no tiene tanto éxito como presumía. La burguesía y la nobleza prefieren a Gil Robles con muy buen criterio (la riqueza de siempre trae no sólo buen gusto sino también olfato para las elecciones políticas): los de la CEDA son más y tienen el poder, sin contar que tampoco hacen ascos a los  regímenes autoritarios de Italia y Alemania. José Antonio, despechado, se revuelve con ira contra una derecha que mantiene en la reserva: “Aquí, en Madrid, estercolero del enchufismo español, hay también un derechismo del tipo más cerrilmente egoísta. A las maravillosas mujeres de nuestro partido no quieren ni darles los datos para el censo. En algunas casas de derechas, de esas casas con piano de cola y perro de lanas, les dan con la puerta en las narices. Aconsejamos a esas valientes compañeras de trabajo que hagan la lista negra de esa gentuza” (pág. 156). José Antonio, siempre propenso a la violencia, busca su espacio político donde destacar y ante su fracaso en las elecciones opta por el pistolerismo político y la llamada continua a los cuarteles. También necesita dinero y con ese fin viaja a Italia donde si bien Mussolini no lo recibe le otorga una generosa subvención: el Conde Ciano “…comunicó al jefe de Policía, Arturo Bocchini, la noticiaS.E. el jefe de Gobierno ha concedido una subvención mensual de 50.000 liras a Primo de Rivera. Se ruega por lo tanto a V.E. que tenga la amabilidad de disponer que la suma sea enviada mensualmente a este Subsecretariado, que se ocupará de entregarla al interesado.” (pág. 150).

La Falange es de los primeros partidos que lanza la consigna de la revuelta militar ya que su líder observa, con buen criterio, que dentro del sistema presente su movimiento carece de alternativas eficaces para conquistar el poder. Así inicia una política gansteril de asesinatos e intimidación, en una dirección manifiestamente insurreccional: “Si el gobierno de izquierdas, más o menos socialista, llega al poder, todo el ejército, en tanto que esté mandado por sus jefes actuales, seguirá de buen grado al primero que lance la consigna de la rebelión nacional. Todos los partidos de derechas dudarán y el ejército no tomará por sí mismo la iniciativa. Podría ser la Falange quien lo hiciera… “(pág. 163). 

Esta política encuentra su eco en la izquierda anarquista que, desde la orilla opuesta, no cree en las virtudes de una república que juzga demasiado escorada hacia la derecha. Es historia vieja que los extremos se unen al combatirse mutuamente con furor. El Falangismo español necesita de la Guerra Civil para desarrollarse (al mismo tiempo que el radicalismo de izquierda también lo necesita), y no deja de ser paradójico que, al final de todo, sea un militar en principio apolítico (y que meses antes del levantamiento se ofrece a la República para dominar la sublevación en ciernes), el que utilice el ropaje falangista como barniz ideológico que facilite la ayuda del fascismo alemán e italiano, mientras instaura una dictadura militar cuya consecuencia es liquidar a la Falange como movimiento autónomo tal como lo soñaba José Antonio.

El libro contiene también una cronología de la vida de José Antonio, y un apéndice con citas sobre él de personalidades políticas y culturales del régimen. Aunque esta sombría parte de la historia de España está por suerte bastante lejos de nuestras preocupaciones actuales, su lectura siempre resulta edificante. Los cantos de sirena de aquellos que manejan grandes palabras, los nacionalismos exacerbados y la mentira como arma de desestabilización de la democracia es algo que siempre está de actualidad, y por lo tanto como termina su libro César Vidal: “Cómo Hitler y Mussolini, a los que tanto admiró, José Antonio Primo de Rivera llegó a demostrar que ningún proceso histórico es irreversible y que las democracias, para poder sobrevivir exigen una entrega continuada a la causa de la libertad y de la justicia precisamente para protegerlas de individuos como él y de grupos como los que lo financiaron. Edmund Burke escribió: ‘El precio de la liberta es la eterna vigilancia’. Si algo se puede desprender del legado de José Antonio es que tal máxima es trágica y punzantemente veraz.” (pág. 261).

Ficha Bibliográfica:

Vidal(1996), César Vidal. “José Antonio. La biografía no autorizada”. Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1996. pp.320.

5 comentarios:

Semure Durii dijo...

Personalmente, soy de los que para comprender una ideología, primero leen a sus mismos creadores.

Todo este tipo de biografías y opiniones, me parecen válidas, pero no cuentan para mí. Porque cada cual suele tener su propia influencia subjetiva. Y eso las hace imperfectas y manipuladas.

Y lo que un lector objetivo busca, es precisamente lo contrario de lo que este tipo de libros ofrecen.

Aunque, como no podía ser de otra manera siempre hay algunas excepciones, que tratan de hacer libros finedignos con la historia.

Brigantinus dijo...

Tienes razón ¡hay que leer a los creadores! no quedarse únicamente con los comentaristas e historiadores.
Pero una cosa no quita la otra, según mi experiencia. Actualmente si volvera a hacer la crítica de este libro cambiaría ya varias cosas importantes. Pero prefiero dejarla así, como "fotografía" de un momento de mi proceso de comprensión.

Unknown dijo...

Con un poco de interés, llegará a la conclusión de que el José Antonio que nos presenta César Vidal está bastante alejado del hombre real que fue. ¿José Antonio admirar a Hitler...?

Unknown dijo...

Me da pena que aún se tergiverse así a José Antonio. En cualquier caso, con un poco de interés llegará a profundizar más en su figura, que no era ni el mitificado en beneficio propio por la Dictadura, ni el demonio que nos presenta la izquierda y en muchos casos el liberalismo superdemocrático (como en este libro). Me sorprende el escaso nivel del texto en lo que se refiere a estudio histórico y el desconocimiento casi total del aspecto humano del personaje; es sesgado y tendencioso, para nada objetivo. Le recomiendo "José Antonio, la teoría y la realidad", de ángel Luis Sánchez Marin.
Un saludo.

Brigantinus dijo...

Es posible caro amigo. Comentar un libro es, básicamente, comentarse a uno mismo. Quiero decir que al fin de cuentas lo máximo que podemos expresar es lo que pensamos (y sentimos) al leerlo. Todas las biografías cojean de lo mismo; incluso las autobiografías (en las que se notan más, quizá, las omisiones y subrayados).
¿Dónde está la verdad?
Sin embargo no soy relativista; creo que uno puede alcanzar un buen trozo de ella si nos tomamos la tarea en serio y estamos dispuestos a dedicarle un gran esfuerzo.
Como no es mi caso (con el autor y el personaje que nos ocupa), ruego que tomes mis comentarios como simples "apuntes" que no pretender ir muy lejos; y que, como tales, tampoco deben tomarse demasiado en serio.