jueves, 27 de diciembre de 2007

A.T. Wassiliew. Ochrana

La Ojrana (escrita de diferentes maneras según la trascripción aún no normalizada del cirílico) fue la policía secreta de Rusia en la época zarista. Para conocer más en detalle el origen y las funciones de este servicio de inteligencia ver el artículo respectivo de Wikipedia en http://es.wikipedia.org/wiki/Ojrana
Un muy interesante estudio de esta organización de espionaje y represión directa está en las páginas de http://www.fundanin.org/serge9.htm que recomiendo leer a quién se interese particularmente por el tema, aunque, naturalmente, con ojo crítico dado el carácter partidista del escrito. Para los demás baste decir que la Ojrana fue un modelo de investigación y espionaje muy superior, tengo la sensación, a los actuales servicios de inteligencia. Tomemos un solo ejemplo: en 1909 la Ojrana ordenó el control de todos los vuelos, así como de todas las personas que aprendían a volar y de los miembros de los aeroclubes. El motivo era la sospecha que terroristas del partido socialista revolucionario atentasen contra el Palacio de Invierno lanzando sobre él un biplano cargado de dinamita. Es curioso que casi un siglo después las todopoderosas agencias como el FBI o la CIA no hubieran tomado las mismas precauciones aunque había indicios de una amenaza de esta clase (esta información está extraída del libro de Simón S. Montefiori, “Llamadme Stalin”, pág. 128, fascinante documento que pienso comentar más adelante en el blog).
A la Ojrana, con su antisemitismo militante (típico de la sociedad rusa y que persistió luego cuando se transformó en soviética) se le atribuye la creación de El Protocolo de los Sabios de Sión. Texto zafio y absurdo que a pesar de ello logró ganar gran prestigio. Se cuenta que hasta el Zar Nicolás II en un primer momento se lo creyó aunque luego reconoció la mixtificación. Posteriormente el nazismo lo hizo muy popular, imprimiendo miles de ejemplares, para mostrar la perfidia hebrea y preparar con anuencia popular su solución final.
Pues bien, A.T. Wassiliew, el que fue el último director de la Ojrana tiene escrito un librito publicado por Espasa-Calpe en 1941 pero que aún se puede conseguir. He hecho una rápida búsqueda por Internet y me encontré con muchos lugares donde adquirirlo. (El primero que aparece en el Google es: http://www.iberlibro.com/search/sortby/3/kn/+WASSILIEW+A+T+Ochrana+Memorias+del+%FAltimo+director+de+la+polic%EDa+rusa ).
El texto mencionado que espero sea nuevamente editado, y ahora, aprovechando el nuevo interés del mercado, vaya adecuadamente comentado y anotado (tome nota de ello si alguno editor lee estas líneas) resulta muy revelador. En él Wasiliew (o Vasiliev, como debería estar escrito en español) describe la última etapa de la Ojrana y sus procedimientos habituales para controlar los partidos y movimientos que amenazaban al Zar. El autor ha sido citado muchas veces (un ejemplo en http://es.geocities.com/secc_documental/fouz ) ya que su visión de lo sucedido, antes de la revolución Rusa, manifiesta la mentalidad que debía ser común entre las altas autoridades del gobierno de la época.
Al leer, como menciono arriba, “Llamadme Stalin” me sentí impulsado a hojear nuevamente este viejo documento que guardo en mi biblioteca. Consultar libros ya estudiados (quiero decir al emplear esta palabra, “estudiado”, no leer para dar un examen sino leer con atención y tomando notas) es como hablar con viejos compañeros de lucha (o de juerga). Así Wassiliew vuelve a contarme que: “El gobierno del Zar intentó muchas veces llegar, por condescendencia y tolerancia, a un pacífico acuerdo, lo que alcanzó en parte. Pero aquellas fanáticas sectas que negaban sistemáticamente, no sólo la iglesia, sino también el Estado; que pretendían un orden mundial comunista, y que consideraba un pecado toda propiedad, hasta la fundación de una familia, tenían que ser necesariamente puestas a raya por medio de la violencia. Así contábase la lucha contra estos sectarios entre las tareas de la Policía rusa, y en verdad que no era de las más fáciles” (pág. 80). Evidentemente el Zar lo intentó, pero siempre desde la autocracia y así no llegó muy lejos. Nótese como su lugarteniente habla de “condescendencia” como si se tratase de un favor que graciosamente se concede y no una necesidad que surge de la necesidad de tener un estado moderno y desarrollado.
El historiador y también el aficionado, así como el que reflexiona sobre los hechos pasados buscando en ellos algunas pistas para interpretar el presente, necesita leer no sólo los excelentes tratados que se ponen a su alcance; también es conveniente dar una ojeada a las memorias de los personajes involucrados. Nada sustituye a la experiencia individual, aunque ésta se encuentre muy sesgada por la presión de los intereses y la ideología qué los interpreta.
Se necesita un panorama de múltiples perspectivas para recomponer, como si se tratara de un rompecabezas, aquellas circunstancias que el tiempo ha convertido en fantasmagorías cargadas de mitos e interpretaciones. La verdad histórica me parece en si mismo un imposible, ya que no existe ninguna posibilidad de ir y cotejar las versiones con la realidad; pero ello no significa que los hechos pasados sean irrescatables. Lo son, aunque imprecisos y nunca totalmente fiables. Cuanto más información se tiene más uno puede hacerse una idea de lo sucedido; ni siquiera estando allí un testigo ve todo lo que tiene que ver, al igual que un soldado no puede contar la guerra en general sino sólo su campaña en particular. Cada año, cada década, cada siglo, añade un capa de prejuicios… pero también ofrece un panorama de mayor profundidad. Separar unos, y apreciar el conjunto es tarea no vana, aunque delicada y esforzada, que requiere tanto del conocimiento histórico como de inteligencia e imaginación personal.
Es una tarea fascinante cuando se aprecian coincidencias significativas aunque las interpretaciones sean diversas. Pongamos por caso el comentario que hace Wassiliew de los primeros días de la primera guerra mundial en Rusia: “En la época en que estalló la guerra era yo subdirector de la sección política del Departamento de Policía. En un principio pareció ser que el comienzo de la movilización había cesado por completo toda actividad política y revolucionaria. En los primeros días de la guerra el patriotismo de la población se había manifestado por todas partes con tanto entusiasmo que la propaganda de las diferentes fracciones socialistas, no sólo no hallaría repercusión alguna en las masas, sino que habría originado una acción contraproducente.
En consideración al general entusiasmo patriótico, los socialistas determinaron suspender interinamente sus trabajos y apoyar los sentimientos del pueblo. Bandera en mano, marcharon hacia el frente, pretendiendo defender a Rusia contra el enemigo; pero, en realidad, perseguían una finalidad bien distinta.” (pág. 141).
En general todos los autores de todas las tendencias coinciden en este entusiasmo popular de los primeros momentos. Entusiasmo que arrasó en toda Europa y que afectó por igual a los países de uno u otro lado de la sangrienta contienda en su inicio. Los pacifistas, entre los que se encontraban los socialistas más radicales, fueron arrasados por sus propios camaradas más patrióticos. Sólo cuando el conflicto demostró que no duraba unos pocos meses, fue cuando las cosas empezaron a cambiar. Aquí tenemos un hecho histórico razonablemente probado y la concordancia de las diferentes fuentes es un valor que no podemos despreciar so pretexto que nadie estuvo allí para comprobarlo. De la misma forma los diferentes sucesos pueden ser rescatados del olvido y de la bruma de intereses contrapuestos. La interpretación de ellos se hará siempre en tiempo presente y variará según las épocas y sus temores; pero hay, pienso, un núcleo duro que es capaz de soportar la crítica y ofrecernos certidumbres sensatas.
En realidad no pretendía irme, en mi comentario, por estos senderos más filosóficos; así que volviendo al camino principal creo que la lectura de varios libros, de diferentes autores, puede aportar una visión interesante de nuestra historia mundial reciente. Historia cuyas consecuencias están lejos de terminar, y de los peligros pasados siempre se pueden obtener valiosas enseñanzas para intentar no tropezar con la misma piedra aunque ésta sea, en su naturaleza singular, un objeto siempre nuevo y diferente.
La convulsión rusa de 1917 (podría decir que fue “revolución”, pero en todo caso esa palabra la reservo para febrero de ese año, y no para el golpe de estado de octubre) sigue coleando, por debajo de nuestra actualidad aparentemente tan lejana de esos acontecimientos. Hay que aprender a rastrear las ideas para saber donde se originaron, y no quien, en un momento circunstancial se hace con ellas como si “ex novo” surgieran de los problemas de hoy. Estoy persuadido que quien no conoce la historia está condenado a repetirla; aunque también es constatable que los que hacen historia suelen no estudiarla porque tienen cosas más urgentes en que ocuparse. Gracias a esta ignorancia, con activa participación de los medios de comunicación, podemos estar seguros en que el divorcio entre experiencia histórica y política diaria seguirá tan campante.
Ficha Biblográfica:
Wassiliew(?), A.T.Wassiliew, “Ochrana. Memorias del ultimo director de la policía rusa”, Espasa Calpe S.A., Colección Austral, Buenos Aires, 1941, pág.236. Nota: la fecha y la edición original no figuran en el texto. El libro fue, probablemente, escrito a mediados de los años 20, pero carezco de referencias precisas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo el libro en su primera edición en España (1930), aunque no lo he leído: de mis padres tenemos tantos miles de libros, que es imposible plantearse leer ni siquiera una parte de ellos. Pero eso no quita que me haya parecido muy interesante e inteligente tu post, no sólo en lo que hace referencia al libro y al autor, sino en todo lo que comentas sobre la Historia en general, y el desconocimiento o parcialidad con que se ve. Totalmente de acuerdo.

Brigantinus dijo...

Tener miles de libros de los padres... es un tesoro.
No sólo puedes rastrear en libros que no se encuentran y cuya reedición depende del capricho de algún editor (esperemos que con los libros electrónicos podamos acceder a muchos de ellos), sino también en los gustos de tus padres. Una historia mucho más personal :-)