martes, 23 de diciembre de 2008

C. Vidal Durruti. G. Cardona. Franco no estudió en West Point



Llegando las fiestas acostumbro a releer más que enfrentarme con novedades. Es mi manera de respetar las tradiciones. Y así me dediqué a leer la biografía de Buenaventura Durruti, un anarquista utópico y mítico que si hubiera nacido en USA probablemente tendríamos varias películas sobre su vida. Hombre de armas tomar que no sólo actuó en España sino que recorrió México, Chile y Argentina financiando la lucha anarquista con atracos y asaltos a bancos. El libro de Cesar Vidal recorre toda su vida, hasta su inesperada muerte el 20 de noviembre de 1936 defendiendo a Madrid de las fuerzas militares golpistas: “Al concluir el día 15 de noviembre la situación militar de los defensores de Madrid era especialmente delicada. Las fuerzas de Franco habían ya cruzado el Manzanares y Miaja llegó a la conclusión de que la única manera de poder restablecer la situación era lanzar un contraataque en la zona de la Ciudad Universitaria. En una entrevista con Mera celebrada hacia las diez de la noche, Durruti señaló que hubiera preferido que sus hombres descansaran antes de entrar en combate pero no existía tal posibilidad. Efectivamente, el día 16 de noviembre de 1936, a las dos de la mañana, la Columna Durruti se dirigió al combate.” (pág. 227).

Un libro bien escrito y que trata de ser objetivo ya que la ideología del autor nada tiene que ver con la del biografiado. La personalidad de Durruti es fascinante (quizá porque la violencia siempre resulta atractiva para nosotros, los humanos) y parece bastante realista lo que dijo de él su compañera militante de la FAI, Federica Montseny: “un gángster político” o quizá le hubiera cuadrado mejor un político que no hizo ascos al gangsterismo para reunir fondos para la causa. Todo un adelantado, por cierto, de nuestra época.

El libro está acompañado de una cronología muy práctica y un breve diccionario de personajes que ayudará a facilitar la comprensión en aquellos que están verdes en historia de esos años.

 

El otro libro que en estos días me ha causado un gran placer releerlo es el de Gabriel Cardona, escritor prolífico, militar de carrera y profesor en la Universidad de Barcelona. De lectura fácil narra el trabajo de una imaginaria becada norteamericana que se va a Toledo para investigar sobre los primeros años de Franco. Recrear la vida del jovencito Franco no es tarea ni sencilla ni vana, y el autor lo hace de manera muy creíble (ya que nadie estuvo allí para recoger de primera mano las experiencias y emociones de “Franquito”): “Un niño de catorce años padece una especie de borrachera al entrar súbitamente un mundo militar. Si jamás ha conocido un internado, añora la familia, la comida y la ternura maternal; extraña el uniforme, la forma de vida, el brusco despertar antes de amanecer con la obligación de levantarse y vestirse inmediatamente. Internar a los niños en instituciones inhóspitas es una crueldad innecesaria. También la Iglesia Católica lo hizo durante siglos: niños de diez años eran llevados a los seminarios, donde permanecían hasta los veintidós, cuando eran ordenados sacerdotes. Igualmente, los turcos tomaban niños para formar sus jenízaros. Creo que los internados ingleses y los colegios militares de mi país han recogido mucho de esas malas costumbres. La Historia está llena de abusos semejantes.” (Pág. 35)

Tengo que reconocer, tristemente, que no he leído más de este autor, y al releer este pequeño trabajo suyo me hago aquí, públicamente, el juramento de hacerme con alguno de sus otros libros en los próximos meses. Si los otros son como éste, cosa que no tengo por qué dudar, tendré buena lectura asegurada por mucho tiempo.

Según Cardona, y en esto coincide con otros biógrafos del “Generalísimo”, Franco no fue hombre de muchas ideas, y además las quería tanto que las pocas que recogió las mantuvo en estado impecable hasta el fin de sus días. Por lo cual resulta muy interesante dar una ojeada a la formación, que por aquella época,  recibían los cadetes de infantería. Con esas bases bien establecidas y las que luego adquirió en la campaña de Marruecos, Franco resolvió el problema de entender el mundo en que vivimos. Obviamente siempre se aprende después, pero las principales líneas de su pensamiento nunca se modificaron, sólo se arraigaron y crecieron nutridas por los grandes acontecimientos de ese ciclo histórico. Franco no fue ni tonto ni tan mal militar como lo pintan algunos autores (alargar la Guerra Civil le vino como anillo al dedo para su posterior entronización), más tampoco leyó mucho después de egresar de la Academia. Con pocas ideas se vive mejor; eso sí, al igual que su ídolo, durante la Cruzada (Hitler) Franco fue un gran conversador (y también como él, supo callar todo lo que no era menester decir).

Fichas bibliográficas:

Vidal(1996). Cesar Vidal. “Durruti. La furia libertaria”. Temas de Hoy. Biografías, Madrid, 1996. pág. 309.

Cardona(2003). Gabriel Cardona. “Franco no estudió en West Point”. Littera Books, S.L. Madrid, 2003. pág. 191

lunes, 1 de diciembre de 2008

H.Heiber, ed. Hitler y sus generales

Hitler ordenó que se tomara un registro taquigráfico de todas sus conversaciones con el OKW (Oberkommando der Whermacht), el alto mando de las fuerzas armadas del Reich, para evitar luego que sus generales alegasen que no había dicho tal cosa o que no se había dado determinada orden. La decisión del Führer vino después de las primeras derrotas serias en 1942 en el frente ruso. Hitler consideraba que éstas provenían de la irresponsabilidad de sus subordinados, y los estenógrafos del Parlamento, que poco trabajo tenían, pasaron a tomar puntuales notas de todo lo que se hablaba en presencia de Hitler.

A principios de mayo de 1945, y ya muerto el máximo responsable de ella, el general Walter Scherff da orden de que se queme la montaña de papel acumulado con estas descripciones, pero gracias a un miembro de la inteligencia norteamericana, George R. Allen, se pudo reconstruir lo que el fuego no había consumido. Piénsese que si bien el papel arde fácilmente, un gran pira de este material no se incinera a fondo si no se toma bastantes cuidados (tiempo y revolver con cuidado), cosa que, por las prisas de los últimos momentos (poco antes de la ocupación norteamericana), no pudieron hacer los SS del Dr. Frank.

Algunas de las páginas salvadas fueron utilizadas durante los juicios de Nüremberg, pero hay que esperar hasta 1962 en que el Institut für Zeitgeschichte (Instituto de Historia Contemporánea) de Munich publicara una recopilación de todas las transcripciones conservadas y conocidas hasta el momento.  La edición española se basa en ella, con el agregado de unas pocas posteriores, seleccionando lo que el editor ha considerado más importante para “conocer de primera mano cómo se tomaban las decisiones de máximo nivel en la Alemania de la segunda guerra mundial. Permite conocer qué función fueron desarrollando varias personas clave de la jerarquía política y militar alemana; permite observar, por ejemplo, cómo se tomaban las determinaciones tanto sobre el armamento y los movimientos de las tropas como sobre las cuestiones estratégicas más generales. Estos documentos, por lo tanto, proporcionan detalles adicionales de gran utilidad para la historia de la guerra pero lo cierto es que aún cabe señalarles un interés mayor. Estamos ante la trascripción contemporánea del trato directo de Hitler con los grandes líderes, militares o de otros ámbitos, del proyecto bélico alemán. Estos informes y actas no han sido manipulados. Lo esencial es que nos ofrecen el auténtico punto de vista de Hitler sobre varias cuestiones que han resultado muy oscurecidas, de forma deliberada, por el interminable aluvión memorialístico de la posguerra alemana.” (pág. XII de la Introducción de Gerhard L. Weinberg).

La lectura reposada de estos documentos da una impresión muy diferente al que pueden ofrecer otros libros escritos por los generales supervivientes a la contienda. Para el especialista su estudio es esencial, repasando, en paralelo, las opiniones vertidas en otras biografías e historias bélicas sobre los mismos acontecimientos. Es una gran pena que un oficial alemán haya tomado por sí y ante sí la decisión de robar esta documentación al escrutinio de la Historia, pero lo que ha quedado resulta fascinante, sobre todo las últimas transcripciones que llegan hasta el 27 de abril de 1945, pocos días antes del suicidio de Hitler: “Porque las cualidades de un soldado no se muestran jugando en los campos de instrucción, sino, en última instancia, en la cualidad moral de la perseverancia: en la resistencia, en la persistencia. Ese es, sin lugar a dudas, el facto más decisivo en cualquier éxito. La genialidad es como un fuego fatuo, en tanto en cuanto no se cimenta en la persistencia y la resistencia ciega. Eso es lo principal en toda vida humana. La gente que solo tiene ocurrencias y pensamientos, pero que carece de firmeza de carácter y de persistencia y dureza, esos, a pesar de todo, no serán capaces de conseguir nada. Son aventureros. Cuando la fortuna les sonría, tocarán el cielo; pero cuando les vaya mal, caerán de inmediato y volverán a abandonarlo todo. Con esos ingredientes no se puede escribir la historia del mundo. Sólo se ingresa en la historia del si –detrás de una racionalidad inteligente, una consciencia vívida y un estado de eterna vigilancia-, si detrás hay una persistencia fanática y una seguridad en las propias convicciones tales que conviertan al hombre en un guerrero interior.” (pág. 444).

Estoy convencido que si separara este fragmento de quien lo dice –el Führer- cuando lo pronuncia -fines abril de 1945- y de cómo lo dice -probablemente gritando y con el rostro descompuesto-, y lo incluyera a modo de cita inspiradora, al principio de un libro de filosofía o espiritualidad, nadie rechazaría tales edificantes consejos.

Conocer lo que se ha dicho ayuda, pero las palabras, sólo las palabras, no son determinantes para conocer a fondo lo que ha sucedido, ni lo que está sucediendo...

Esta recopilación de transcripciones arroja luz sobre el pensamiento de Hitler y algunos de sus generales; más deben ser contrastados adecuadamente con otras referencias históricas para juzgarlos adecuadamente. El copioso aparato de notas con qué el editor Helmut Heiber acompaña el texto ayuda, y se agradece su inclusión, pero obviamente se requiere mucho más información de base.

En suma, un libro para especialistas. Los aficionados abstenerse, si sólo se comprometen a hacer una sola lectura.

Otra cosa que puede confundir al potencial comprador es el título de la edición española que es ambiguo y algo engañoso. El original alemán se refiere a los  fragmentos de registros de sus conferencias militares”, en cambio el nombre que eligieron los editores da a entender que se hace un análisis o descripción de los principales generales germanos, y ello no es así. Nuestros editores deberían dejar de lado estos viejos trucos del oficio; los lectores españoles ya hemos alcanzado la mayoría de edad.

Ficha Bibliográfica:

Heiber(1962). Helmut Heiber, ed. “Hitler y sus generales” Prólogo de Gerhard L. Weinberg. Editorial Critica, Barcelona, 2005, www.ed-critica.es pp.694. Traducción Gonzalo G. Djembé y Cecilia Belza. Tit.Orig:Hitlers Lagebesprechungen. Die Protokollfragmente seiner militärischen Konferenzen 1942-1945.

viernes, 28 de noviembre de 2008

W. Wette. La Wermacht

Lo primero que se me ocurre escribir se refiere al título de la edición española. No entiendo por qué nuestros editores pretenden mejorar el original fracasando lamentablemente (imitando así a los distribuidores de películas)  ¡Sería tan fácil –y también más serio- traducir sin agregar, ni quitarle, nada al nombre del libro! La edición inglesa, sin ir más lejos, pone “Wehrmacht, History, Mith, Reality”  ajustándose mucho mejor a su contenido. Su título en alemán: “Wehrmchat. Feindbilder Vernichtungskrief, Legenden” se refiere a  la Wermacht, como ella veía a su enemigo (del Este), la guerra de destrucción que llevó a cabo, y la leyenda posterior (blanqueando su comportamiento). A todo ello se refiere el texto del doctor Wolfram Wette. Trata de cómo el enemigo ruso fue primero demonizado y luego masacrado; trata de la opinión que creó el nazismo sobre los eslavos y su supuesta inferioridad racial (impresiones que el autor destaca que no eran novedosas en Alemania y que, al igual que el antisemitismo, tenían su larga tradición); trata de cómo una vez lanzada la invasión la Wermacht estaba profundamente implicada en las ideas nazis de exterminio y esclavización de los pueblos del Este; trata de cómo, y ya perdida la guerra, los generales germanos trataron de sacarse de encima toda responsabilidad, atribuyéndola en pleno a Hitler y una estrecha camarilla de verdugos; trata de cómo esta leyenda fue aceptada por la población alemana de post-guerra al socaire de la Guerra Fría, y por fin trata de cómo ni la leyenda empezó a agrietarse en los 80, por los nuevos estudios de los viejos documentos archivados y se fue derrumbando en los 90 con una nueva camada de historiadores alemanes que no estaban dispuestos a comulgar con ruedas de molino. “Hasta el momento la investigación sobre la historia militar referida a la Wermacht durante la segunda guerra mundial y la investigación sobre el Holocausto han seguido caminos bien diferenciados. Que razones lo explican, qué conjunción se ha dado, en su caso, entre casualidad e intereses, son cuestiones que, sin duda, merecen consideración aparte. En cualquier caso, esa disociación de perspectivas a la hora de estudiar los hechos ha generado la creciente impresión de que el ejército llevó a término su propia guerra y de que el “trabajo sucio” de asesinar a los judíos corrió a cargo de los batallones de las SS. De ahí que la voluntad de no volver a cometer ese mismo error resulte consustancial a los estudios recién expuestos, en su afán por poner de manifiesto la acción conjunta desarrollada en cada territorio concreto por los diferentes organismos que conformaban la autoridad de ocupación” (pág.291).

En esta tarea de abrir a la verdad histórica las leyendas que se pergeñaron en los tiempos oscuros de la guerra fría también salen a la luz supuestas heroicidades, (que algunas películas aún mantienen como ciertas), como la de los oficiales de la Wehrmacht que intentaron matar a Hitler, seducidos sus apologetas por el peligro que arrostraron y la infame muerte que tuvieron: “… el reconocimiento de que desde hace largo tiempo gozan los oficiales que participaron en el atentado cometido contra Hitler el 20 de julio de 1944 por haberse opuesto –aun tardíamente- al dictador, haciendo valer así los auténticos intereses de su patria, ha empezado entretanto a verse cuestionado, habida cuenta de que tales oficiales no sólo no eran demócratas sino que, como se ha demostrado, también se habían visto “implicados” –antes de su valerosa acción contra Hitler- en la propia guerra de exterminio.” (pág. 335).

El libro de Wette muestra como la Wermacht fue una poderosa máquina de adoctrinamiento, y no sólo bélica. Dieciocho millones de alemanes, principalmente varones, pasaron por ella, y fueron sometidos a un preciso y persuasivo lavado de cerebro para lograr así la homogeneidad en la reacción ante el enemigo y los civiles que deseaba Hitler. Una guerra de nuevo tipo, donde no existían las leyes de guerra habituales. Una guerra de conquista, exterminio y sumisión, al estilo de las antiguas. Una guerra que buscaba reemplazar una población por otra, más culta y racialmente superior. En ese objetivo la Wermacht cumplió un papel decisivo, y ningún oficial puede alegar que desconocía lo que se tramaba y lo que se deseaba obtener. No todos los soldados, ni siquiera todos los oficiales compartieron esos designios brutales (otra cosa son los generales), esto también forma parte de la verdad histórica. Pero tanto los que estaban de acuerdo como los que aguantaban en silencio cumplieron, mientras las armas les sonreían, el objetivo señalado por el Führer. Esto no puede ocultarse, y este valiente libro lo deja muy claro; diversos son los temas tocados en él, como el caso de los Testigos de Jehová y otros religiosos que, antes de la guerra, pretendieron resistirse a los mecanismos de reclutamiento de la Wermacht; por lo que, para conocer mejor de lo que trata invito al lector investigador a leer, también, la crítica siguiente

Resumiendo: un buen libro para el interesado en estas cuestiones y que también busque formarse una idea global de la Alemania en la primera parte del siglo XX. Desaconsejable para aquel que quiera conocer operaciones militares en detalle. El libro alude a algunas, pero no las desarrolla porque no es su propósito.

Ficha Bibliográfica:

Wette(2002), Wolfram Wette. “La Wermacht. Los crímenes del ejército aleman” Crítica, Madrid, abril 2007, pp.464, www.ed-critica.es Traducción Francesc Fernández. Tit.Orig: Die Wermacht. Feindbilder Vernichtungskrief, Legenden. Fischer Taschenbuch Verlag

martes, 25 de noviembre de 2008

C. Vidal. José Antonio. La biografía no autorizada


Biografías de José Antonio, el fundador de la FalangeEspañola, hay variadas y todas, como no era menos de esperar, sesgadas a favor o en contra. Las primeras suelen denominarse “apologéticas”, las segundas “objetivas”, y yo no seré menos con mi comentario (también “objetivo”). 

El fascismo me cae mal; no me gustan los autoritarismos de ninguna clase, y creo que si todos fuéramos algo más tolerantes el mundo no iría peor (y con esto me conformo). Sigo creyendo en las virtudes de escalar posiciones gracias al trabajo y el esfuerzo personal; no por razones nacionalistas, de riqueza, étnicas o religiosas; pero es evidente que hay grandes sectores de la población que de una manera u otra amparan o ven con buenos ojos partir de una situación de privilegio.

 Seguro que nadie lo dirá en voz alta, pero si por pertenecer a determinada raza, o tener papás ricos, o cualquier otra ayudita que venga “de arriba”, uno obtiene más ventajas… a nadie le amarga un dulce. En el fondo el fascismo es poner por escrito que si uno tiene la fuerza también tiene la razón, y que si además se conquista el gobierno, entonces la justicia está de nuestro lado… y los que no piensen así pueden elegir entre irse muy lejos, aguantar, o una confortable cámara de gas para despedirse de las amarguras de este mundo cruel.

José Antonio fue uno de esta clase, y estaba “a la derecha” porque vivía en España y nació en 1903. Si hubiera nacido en la URSS probablemente sería un chequista convencido, y si hubiera nacido en EEUU a lo mejor habría sido un republicano de pro. Uno, como decía Borges, no elige donde nace, ni la época que te toca sufrir, pero por alguna razón que desconozco, algunos siempre se inclinan por imponerse a los demás, con el dinero, con los puños y las pistolas (al estilo de José Antonio) o con diatribas morales que separan tajantemente lo bueno de lo malo (al estilo de la izquierda progre europea o la izquierda radical sudamericana).

De José Antonios hay millones, y si uno pudiera practicar un ascetismo confortable en algún pico de montaña inaccesible, sería la mejor política para evitarlos.

Pero creo que me he ido por peteneras, así que vuelvo al tema. César Vidal cuenta como era la España de entonces, con clases bien definidas y con un gobierno que no era amigo de las sorpresas y los cambios: La España en la que nació José Antonio era, formalmente, una monarquía parlamentaria cuyo rey había sido declarado mayor de edad el 17 de mayo de 1902, poco menos de un año antes del nacimiento de José Antonio. Pese a su carácter parlamentario, la representatividad del régimen había quedado, en la práctica, desvirtuada desde su propio nacimiento, a finales del siglo pasado [el autor se refiere al XIX]. Tal circunstancia derivaba del sistema de turnos consistente en que los dos partidos dinásticos, lo liberales y los conservadores, se alternaban en el poder en virtud de un acuerdo previo por el que se determinaba, antes de las elecciones, quién obtendría la victoria en las mismas y con qué número de diputados. Con la excepción de algunas grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia…) donde el caciquismo no podía funcionar a la perfección y, por tanto, era incapaz de asegurar que se ejecutaría la voluntad de los dos partidos mencionados, los diputados no eran realmente elegidos sino “hechos”. Para revestir de una apariencia de legalidad al sistema, las elecciones recurrían a un mecanismo conocido vulgarmente como el “pucherazo”. En virtud del mismo, antes de celebrarse aquéllas, el ministerio de la Gobernación transmitía a los caciques provinciales las instrucciones precisas para que aseguraran que los resultados se corresponderían con el acuerdo previo suscrito por liberales y conservadores.” (pág. 14).

De esta forma César Vidal, con prosa clara y sencilla, va desgranando las circunstancias de aquella España, hoy tan lejana como la de Carlos I… y sin embargo tan curiosamente cerca en la supervivencia de algunos rasgos psicológicos colectivos. El libro se lee muy bien, y yo, que tengo y tenía cierta resistencia a este tema, lo consumí con rapidez. Señal que me enganchó aunque como todo libro de Historia, el final es sabido.

Para decirlo en pocas palabras José Antonio fue un señorito por nacimiento y de derechas por familia, al que la época (Hitler conquista el poder en 1933 demostrando que por elecciones también se puede instalar una dictadura y Mussolini gobierna Italia) convierte naturalmente en fascista. Funda la Falange y no tiene tanto éxito como presumía. La burguesía y la nobleza prefieren a Gil Robles con muy buen criterio (la riqueza de siempre trae no sólo buen gusto sino también olfato para las elecciones políticas): los de la CEDA son más y tienen el poder, sin contar que tampoco hacen ascos a los  regímenes autoritarios de Italia y Alemania. José Antonio, despechado, se revuelve con ira contra una derecha que mantiene en la reserva: “Aquí, en Madrid, estercolero del enchufismo español, hay también un derechismo del tipo más cerrilmente egoísta. A las maravillosas mujeres de nuestro partido no quieren ni darles los datos para el censo. En algunas casas de derechas, de esas casas con piano de cola y perro de lanas, les dan con la puerta en las narices. Aconsejamos a esas valientes compañeras de trabajo que hagan la lista negra de esa gentuza” (pág. 156). José Antonio, siempre propenso a la violencia, busca su espacio político donde destacar y ante su fracaso en las elecciones opta por el pistolerismo político y la llamada continua a los cuarteles. También necesita dinero y con ese fin viaja a Italia donde si bien Mussolini no lo recibe le otorga una generosa subvención: el Conde Ciano “…comunicó al jefe de Policía, Arturo Bocchini, la noticiaS.E. el jefe de Gobierno ha concedido una subvención mensual de 50.000 liras a Primo de Rivera. Se ruega por lo tanto a V.E. que tenga la amabilidad de disponer que la suma sea enviada mensualmente a este Subsecretariado, que se ocupará de entregarla al interesado.” (pág. 150).

La Falange es de los primeros partidos que lanza la consigna de la revuelta militar ya que su líder observa, con buen criterio, que dentro del sistema presente su movimiento carece de alternativas eficaces para conquistar el poder. Así inicia una política gansteril de asesinatos e intimidación, en una dirección manifiestamente insurreccional: “Si el gobierno de izquierdas, más o menos socialista, llega al poder, todo el ejército, en tanto que esté mandado por sus jefes actuales, seguirá de buen grado al primero que lance la consigna de la rebelión nacional. Todos los partidos de derechas dudarán y el ejército no tomará por sí mismo la iniciativa. Podría ser la Falange quien lo hiciera… “(pág. 163). 

Esta política encuentra su eco en la izquierda anarquista que, desde la orilla opuesta, no cree en las virtudes de una república que juzga demasiado escorada hacia la derecha. Es historia vieja que los extremos se unen al combatirse mutuamente con furor. El Falangismo español necesita de la Guerra Civil para desarrollarse (al mismo tiempo que el radicalismo de izquierda también lo necesita), y no deja de ser paradójico que, al final de todo, sea un militar en principio apolítico (y que meses antes del levantamiento se ofrece a la República para dominar la sublevación en ciernes), el que utilice el ropaje falangista como barniz ideológico que facilite la ayuda del fascismo alemán e italiano, mientras instaura una dictadura militar cuya consecuencia es liquidar a la Falange como movimiento autónomo tal como lo soñaba José Antonio.

El libro contiene también una cronología de la vida de José Antonio, y un apéndice con citas sobre él de personalidades políticas y culturales del régimen. Aunque esta sombría parte de la historia de España está por suerte bastante lejos de nuestras preocupaciones actuales, su lectura siempre resulta edificante. Los cantos de sirena de aquellos que manejan grandes palabras, los nacionalismos exacerbados y la mentira como arma de desestabilización de la democracia es algo que siempre está de actualidad, y por lo tanto como termina su libro César Vidal: “Cómo Hitler y Mussolini, a los que tanto admiró, José Antonio Primo de Rivera llegó a demostrar que ningún proceso histórico es irreversible y que las democracias, para poder sobrevivir exigen una entrega continuada a la causa de la libertad y de la justicia precisamente para protegerlas de individuos como él y de grupos como los que lo financiaron. Edmund Burke escribió: ‘El precio de la liberta es la eterna vigilancia’. Si algo se puede desprender del legado de José Antonio es que tal máxima es trágica y punzantemente veraz.” (pág. 261).

Ficha Bibliográfica:

Vidal(1996), César Vidal. “José Antonio. La biografía no autorizada”. Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1996. pp.320.

domingo, 23 de noviembre de 2008

T. Rob Smith. El niño 44

A poco de empezar a leer esta novela se me vino a la cabeza el nombre de Andrei Romanovich Evilenko. Pensé que se trataba de una nueva versión del libro de David Grieco: “El Comunista que comía niños”. Tal es la similitud de la trama principal, aunque recordaba que en este libro no había ningún agente de la MGB (Ministerio para la Seguridad Estatal). Luego, al final, en la sección “Agradecimientos” veo que ha leído sobre las andanzas de Andrei Chikatilo, el también llamado “Monstruo de Rostov

En realidad no es la misma historia, aunque tiene muchos puntos de contacto, y por lo tanto para los que la conocen la trama pierde interés, aunque luego suceden cosas inesperadas que nada tienen que ver con lo que efectivamente sucedió en la vida real. Además la narración está ambientada en 1953, cuando la muerte de Stalin, y el caso comentado fue descubierto mucho después, en los años de Gorbachov.

En líneas generales se lee con interés, al que hay que agregar una buena dosis de asco. Personalmente no la recomiendo, salvo para “viajes largos”. En estos casos de movimiento continuo algo que llame la atención puede ser la mejor distracción. Aunque los datos de contexto son reales, la unión de todos ellos alrededor de una trama muy retorcida convierte todo el asunto en una lectura para olvidar… una vez llegados a la estación de destino.

Es evidente que me gustan novelas de otro tipo ¡Qué le vamos a hacer!

Ficha Bibliográfica:

Rob Smith(2008) Tom Rob Smith, “El niño 44”. Espasa, Madrid, 2008. pp. 390

Traducción Mónica Rubio Fernández. Tit. Orig: Child 44.

lunes, 17 de noviembre de 2008

X. Moreno Juliá. La División Azul

La División Azul no deja indiferente a nadie. Muchos, ahora, la ven como una creación de Franco (que no fue así), otros, como una empresa que mejor es olvidar (lo que tampoco pasará). La Blaue Division, como la llamaron los alemanes (a pesar que su nombre técnico era 250. Einheit spanischer Freiwilliger) o la “Galubaia Divisia” como así la denominaron los rusos, fue un complejo fenómeno por el que pasaron muchos intereses encontrados de la época, desde el falangismo que se oponía a la política neutralista de Franco, hasta ex republicanos que lucharon en el bando perdedor y que por este medio buscaron reciclarse para poder subsistir en el nuevo régimen. La Blaue Division suscitó el entusiasmo de Hitler, el temor de los rusos, el resquemor de los aliados (que pugnaban, sobre todo en 1941 por mantener a España neutral) y la indiferencia de los obreros sobre todo en Cataluña y el País Vasco. A la llamada a la recluta de voluntarios respondió sobre todo la Falange (FET-JONS), los intelectuales del régimen, y la clase alta de la burguesía. El campo contribuyó con su cuota, así como las principales ciudades, también participaron exiliados del Este que habian huído del terror rojo. “Desde una perspectiva política interna, la División Azul fue hija del falangismo de posguerra, uno de sus productos más recordados. Visceralmente anticomunista, estuvo indefectiblemente enlazada con nuestra Guerra Civil, hasta el punto de que la reabrió en muchos espíritus. Y fue, a la par, elemento de estabilización y desestabilización para el Régimen de Franco, pues descomprimió la rabia falangista, pero forjó proyectos de poder y en torno a ella toparon Falange y Ejército.” (pág. 372). Cerca de 46.000 voluntarios participaron desde 1941 a 1943 y el Estado español se gastó (al 31 de marzo de 1945) 635 millones de pesetas de la época en su mantenimiento. Tras la guerra, a partir de 1967, el gobierno alemán pagó 80 millones de DM en concepto de pensiones a mutilados de la División (y aún ahora sigue pagando a los pocos que quedan). Sobre quién sufragó la mayor parte de los gastos, exceptuando el armamento, el libro de Xavier Moreno Juliá establece: “Sin temor a faltar a la verdad y en contra de la creencia generalizada, podemos afirmar que los gastos generados y derivados de la División Azul han sido sufragados fundamentalmente por España; y que, comparativamente, la aportación alemana ha sido poco menos que residual. A todas luces, pues, desde una perspectiva estrictamente económica, la Unidad ha sido y es mucho más División Azul que Blaue Division”. (pág. 369). El general Agustín Muñoz Grandes fue el que la dirigió en su primera parte. Este hombre, buen soldado y totalmente germanófilo, llegó a ser visto por Hitler como un potencial reemplazo de Franco, al que, como es sabido, no terminaba de gustarle. Las circunstancias se torcieron para el Eje y la operación de sustitución ni siquiera se empezó; más tres reuniones tuvo el general con Hitler, y en las tres ambos quedaron muy satisfechos (además de ser condecorado con las Hojas de Roble de la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro, en 1942).

La División Azul se distinguió en el frente ruso, y prueba de ello son las condecoraciones recibidas por sus integrantes: “2 cruces de Caballero –una, con Hojas de Roble-, 2 Cruces de Oro, 2497 Cruces de hierro -138 de Primera Clase-, 2216 Cruces del Mérito Militar con Espadas -16 de Primera Clase-, innumerables distintivos, pasadores y Ostmedaillen, y la creación por Hitler de una medalla específica para la División (algo que no repitió con ninguna otra unidad). Como también lo certifican, por parte española, 8 Laureadas de San Fernando y 44 Medallas Militares, en su mayor parte individual. Y de la consideración inicial de unidad desastrada, inhábil para participar en el asalto a Moscú, pasó a ser referida por la dureza de sus hombres y lo arriesgado de sus actuaciones; y, combatir al lado de la Blaue Division, se convirtió en motivo de satisfacción para los alemanes.” (pág. 385).

Si miramos los mapas donde esta División operó se percibe claramente cual fue el aporte de los voluntarios españoles, pequeño en términos de dimensión global de la contienda, pero intenso y esforzado en valor y resistencia. Además la División Azul, a diferencia de la Wermacht (y por ello surgieron diferencias y disputas en el mismo frente) se comportó correctamente con la población civil ya que se consideraban a si mismos cruzados contra el comunismo, dedicados a salvar a los rusos de Stalin, por lo que establecieron amistades y ayudas que soliviantaron sobre todo los alemanes mentalizados para esclavizar a los eslavos.

El fenómeno es muy complejo y no se puede despachar en dos palabras, ni mucho menos con una alabanza o una crítica. En todo caso hay que distinguir entre quienes la crearon y sus motivos particulares, la injusta causa por la que lucharon, su composición social e ideológica y la manera como se enfrentaron a sus deberes militares. Como bien dice el profesor de Historia Contemporánea barcelonés Moreno Juliá sobre el perfil sociológico de sus miembros: “… la bibliografía ha reiterado la convivencia en su seno de los extremos. Cierto es que en ella, como ya hemos apuntado, se encontraron pobres y ricos, analfabetos y universitarios, parados y profesionales, trabajadores del campo y del sector servicios, por citar sólo algunas categorías…” (pág. 395) este magma contradictorio ya de por sí nos invita a huir de las aproximaciones fáciles, y por todo ello creo que el lector aprenderá mucho de este libro. Que fue lo que a mi me pasó.

Ficha Bibliográfica:

Moreno Juliá(2004). Xavier Moreno Juliá. “La División Azul. Sangre española en Rusia, 1941-1945”. Crítica, Barcelona, 2004. http://www.ed-critica.es pp.553.

domingo, 16 de noviembre de 2008

A. Ribakov. Los hijos del Arbat

Anatoli Ribakov, famoso escritor ruso muerto hace diez años,  escribió una famosa trilogía: Los hijos del Arbat, Terror, Polvo y Cenizas, todos publicados por el Círculo de Lectores y que ahora sólo se pueden encontrar en librerías de viejo, ya que esta editorial no piensa volver a editarlas.

Esta trilogía trata sobre los años de hierro en la ex URSS los que se corresponden con la dictadura estalinista y la guerra mundial. Son libros duros que, por ejemplo el primero, no pudieron editarse en su país hasta llegada la época de Gorbachov, es decir el ocaso del régimen soviético. De los tres sólo he leído el primero (los otros sólo referencias) y me parece su lectura interesante, aunque seguro que el lector actual tendrá dificultades para seguirla, ya que la presencia de personajes soviéticos es constante y por lo tanto se requiere saber quienes son y que papeles jugaron en el drama ruso. El autor se mete en la piel del gran dictador y habla en primera persona cuando Stalin monologa sobre el poder dando vida a sus sempiternas suspicacias, a su amor por el terror sistemático y a su egolatría encubierta de campechanía cuando no de mortífera ironía.

Stalin planificó el asesinato de Kirov –establece Ribakov- el dirigente de Leningrado cuyo asesinato sirvió de pretexto para el “gran terror” de los años 36 y 37. Este episodio nunca se pudo probar, aunque si existieron sospechas publicadas en el exterior y musitadas en el interior de la Unión. El autor se inclina porque sí lo hizo, y esto fue imposible de tragar para las autoridades soviéticas, posponiendo sine die su publicación en 1966.

Paralelamente la novela cuenta el destino de Sasha, un joven comunista convencido que, por hacer chistes inoportunos, es condenado a tres años de prisión y destierro. Ribakov narra aquí sus propias experiencias, ya que él también fue condenado en su juventud a la misma pena de tres años. El libro narra el remedo de proceso al que fue sometido Sasha, mostrando así el funcionamiento de la justicia soviética; “justicia” que partía de que si alguien había sido encarcelado… el presunto culpable tendría que demostrar de manera convincente su inocencia.

Esta inversión de los principios jurídicos occidentales (“la culpabilidad debe demostrarse, y la inocencia se presume”) facilitaron la comisión de toda clase de excesos, como la “caza de brujas” estalinista, en el régimen bolchevique. No deja de ser curioso que Stalin haya exterminado más comunistas que Hitler. Incluso, en la breve convivencia que tuvieron ambos dictadores (que les permitió repartirse como amiguetes a Polonia), Stalin puso en la frontera, en manos de la GESTAPO a militantes comunistas alemanes refugiados en la URSS en años anteriores. Me imagino la sorpresa de éstos al ver a sus camaradas rusos aliados con el fascismo del cual escaparon. Probablemente la misma que recibieron los viejos comunistas cuando la policía secreta golpeó a sus puertas, acusándolos de estar complotados con los enemigos del socialismo. “El automóvil esperaba en la calle, a poca distancia de la casa. Sasha se sentó atrás, flanqueado por el agente y uno de los soldados. El otro tomó asiento junto al chofer. Rodaron sin una palabra por las calles del Moscú nocturno. Sasha no se enteró muy bien de por qué lado llegaban a la cárcel. Las hojas de un portón de hierro  muy alto se abrieron para dar paso al coche a un patio largo, estrecho y cubierto. Primero se apearon los soldados, luego Sasha y finalmente el funcionario. El coche se alejó al instante. Sasha fue introducido en un inmenso local abovedado, vacío, bajo de techo; un sótano gigantesco, sin muebles, bancos ni mesas que olía a cloro y tenía las paredes desconchadas y el suelo de cemento desgastado por las pisadas. Sasha adivinó que se encontraba en lo que podría considerarse como la entrada y la salida de la cárcel, como la primera y la última etapa: desde allí eran enviados los detenidos a las celdas y allí se formaban los grupos destinados a otros lugares. En aquel momento el local se hallaba desierto.” (pág. 132).

Así es la prosa de Ribakov, clara y breve, casi telegráfica. Una escritura que permite observar lo esencial y que transmite, a pesar de su sequedad, las emociones básicas que predominan en cada situación. Coincidirán conmigo que el lugar donde entró Sasha es siniestro, desagradable e inspirador de los más negros temores; pero Ribakov no lo dice, sólo describe.

La negativa a publicarlo, en 1966, hizo que el libro creciera posteriormente. Ribakov primero le agregó dos capítulos; al final fueron doce los que sumaban cuando llegó la hora de su publicación. En estos nuevos capítulos Stalin cobró más protagonismo, hasta convertirse en un personaje de la novela y no sólo en el telón de fondo. Stalin opina de literatura, política, ve películas en su vivienda del Kremlin (Chaplin le encanta), pontifica de estrategia y trama su tela de araña donde confía apresar a todos sus enemigos reales y supuestos. De esta forma, tan literaria, el autor se venga de la prohibición: si no quieres caldo, ¡dos tazas! Pero no se crea que Ribakov hace sólo una novela política, también describe la gente de esa época, el Moscú de los años 30 (en particular el barrio de Arbat), los bailes, la cartilla de razonamiento, las distracciones de los jóvenes y sus problemas más cotidianos. Pero por arriba de todo, como no podía ser menos, planea lo característico de la época: la presión de la propaganda bolchevique y la ubicua represión siempre dispuesta a saltar sobre cualquiera que manifieste su disconformidad.

Un libro para especialistas, lo calificaría. Aunque en este caso la palabra implica no sólo a los historiadores profesionales sino también a los ciudadanos de a pie que se interesan por tener más información de esa época, en Rusia.

Ficha Bibliográfica.

Ribakov (1987), Anatoli Ribakov. “Los hijos del Arbat”. Círculo de Lectores, Barcelona, 1989. pp. 706. Traducción de Isabel Vicente.  Tit. Original: Dieti Arbata.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Libros en lectura











Hace varios días que no publico ningún comentario de libros… y no es por leer poco, sino por todo lo contrario: no me queda tiempo para ello. Por lo tanto hago aquí una somera reseña de mis lecturas en estos momentos:

Vasili Grossman. Vida y Destino. Excelente libro que no terminé hace tiempo por lo que ahora me he decidido a leerlo por completo, y claro, en estos casos nada mejor que empezar por el principio, de nuevo.

Robert Katz. La batalla de Roma. Otro libro que me dejó muy buen recuerdo y que decidí releerlo para recordar y analizar mejor algunas descripciones y comentarios. En realidad, y para ser exacto, “releer” es leer; aunque sea algo leído nuestro cerebro establece nuevas conexiones y repara en cuestiones que en una primera lectura habían pasado como  “aspectos secundarios”. El libro de R.Katz tiene relación con el ya comentado de Atkinson, y por eso pensé que había que actualizarlo.

Seweryn Bialer. Los generales de Stalin. Éste es un libro antiguo, de 1972 (Luís de Caralt)  que ya tenía en edición antigua. Ahora al volverlo editar Altaya aprovecho. Siempre me sorprendió la brutal escabechina que hizo Stalin con el Ejército Rojo; a tal punto que ni siquiera los zaristas más anticomunistas habrían tenido mayor eficacia. Saber un poco de ellos permite hacerse una composición de lugar mejor. No es lo mismo conocer un nombre y una fecha que identificar al hombre que está detrás, con su experiencia, sus ideales y sus amistades.

Otto Preston Chaney. Zhukov. De la misma editorial una reedición de 1975, y cómo no había leído nada específico del famoso general soviético, aprovecho la ocasión.

Xavier Moreno Juliá. La División Azul. Poco sabía de esta famosa división española que combatió a lado de la Wermacht. Así que aprovecho para desasnarme con este completo estudio del profesor barcelonés.

Helmut Heiber. Hitler y sus generales. La relectura de “Los generales de Stalin” me hizo recordar este libro que había visto en los escaparates hace un tiempo y que decidí no comprar porque estaba en otra cosa. Ahora le llegó el momento; así que me dispongo a empezarlo.

Jorge Fernández-Coppel. Queipo de Llano. Como ando por la División Azul y mis lecturas de la Guerra Civil Española son escasas (lo confieso sin rubor porque uno no puede abarcar todo, ni siquiera es deseable intentarlo) me pareció oportuno darle una ojeada a este libro. Así que también lo inicio.

Anatoli Ribakov. Los hijos del Arbat. Este libro no se publicó en 1966 en la URSSporque contenía afirmaciones sobre Stalin que ni siquiera en ese momento eran aceptables. Representar al dictador con sus pensamientos y sus acciones era algo que los dirigentes soviéticos no podían tragar. Así que la novela fue aparcada hasta ser publicada en la época de Gorbachov con gran éxito de crítica y de público. El Arbat es un barrio de Moscú muy típico, bohemio y popular, y Ribakov lo utiliza como símbolo de la clase de gente que fue la primera en caer en la represión estalinista de los años treinta. No la había leído, así que gracias a la excelente red de bibliotecas públicas que tiene la Diputación de Barcelona, lo hago ahora sin recargar excesivamente mi presupuesto. En tiempos de crisis conviene ahorrar.

Alicia Jiménez Bartlett. Un barco cargado de arroz. Otro libro que he sacado de la citada red de bibliotecas es éste, de de la autora española albaceteña que reside en Barcelona desde 1975. Ya leí varios de ella, y al verlo en un estante me dejé llevar (como dijo Oscar Wilde, puedo resistir cualquier cosa, menos la tentación). Poder leer lo que a uno le apetece sin gastar un duro debe ser equivalente a, para un niño, entrar en una juguetería y que el padre le diga: “¡Anda! Elije lo que quieras”. Así que yo también participo de las aventuras de la inspectora Petra Delicado. En mi opinión los libros policíacos de la Bartlett carecen del dramatismo de un Mankell, por ejemplo (sería como comparar una opera con una zarzuela), pero son divertidos y dejan un regusto positivo. Por lo tanto es una elección cantada.

W.Wette. "La Wehrmacht". Y para terminar este libro que voy leyendo lentamente ya que contiene una serie de documentos y reflexiones que me vienen muy bien leer "en paralelo" a otros de esta época aciaga del siglo XX. La impresión que transmite, y que ya puedo adelantar es simple y contundente: no fue el mal producido por un sólo hombre, ni el odio tiene sus raíces en el nazismo... sinó mucho más atrás. El olvidarlo, el cargar las culpas sobre unos pocos es también una manera de esquivar la responsabilidad de muchos. Y no se trata sólo de acusar mirando hacia atrás, sino de tener en cuenta lo que sucede y sucederá si la gente de "a pié" no se mantiene alerta y vigilante sobre lo que se dice y las descalificaciones que se prodigan, para que el político sea un poco más popular, contra etnias, tribus o grupos de personas indiscriminadamente.

Y con todos estos libros “en proceso” se da la paradoja que apenas puedo comentar alguno. A veces uno tiene que elegir entre escribir y leer; y en mi caso cuando llego a esa disyuntiva, mi opción es siempre la misma. Escribo para recordar y porque así, en el dialogo virtual, me siento más inclinado al análisis  y no sólo a sentir o imaginar; pero toda disciplina tiene un límite. En mi caso esa frontera la marca la cantidad de tentaciones que bailan delante de mi nariz.   

martes, 28 de octubre de 2008

M. Jones. El sitio de Leningrado.

Desde septiembre de 1941 a enero de 1944 las tropas de la Wermacht sitiaron a la ciudad de Leningrado, antes Petrogrado y más antes (y ahora) San Petersburgo. Durante ochocientos setenta y dos días “Piter” (como cariñosamente llaman a la ciudad sus nativos) sufrió bombardeos diarios con el ánimo de aumentar la destrucción de la condenada gigantesca urbe. Hitlere no quería conquistarla, pensaba destruirla barriéndola de la faz de la tierra, y aniquilando a todos sus habitantes. Por ello se dispuso el cerco con esta finalidad: matar a todos. También ordenó el Führer que no se aceptase ninguna propuesta de rendición y que no se permitiese la huída de civiles hacia las filas alemanas. Así fue que los generales a cargo del asedio dispusieron parte de sus baterías de manera tal que aquellos que parecieran que quisieran entregarse fueran bombardeados inmediatamente, impidiendo que sus tropas llegaran a vislumbrarlos con claridad; de esta manera se evitaba la carga emocional de ametrallar a niños, mujeres y personas ancianas.

Así la ciudad vivió durante casi tres años, pero como las calamidades suelen llegar en multitud a esta cruel decisión nazi se agregó, para la sufrida población, la incompetencia militar y la corrupción generalizada del aparato gobernante. El poder soviético lanzó tropas y más tropas contra muros infranqueables de ametralladores y cañones bien resguardados, aniquilando una parte importante de su ejército destinado a proteger la ciudad; y se acumularon raciones y raciones de alimentos y medicinas para uso exclusivo del partido y sus servidores, mientras el canibalismo y la mortandad masiva cundían por la ciudad desasistida.

Todo esto podría ser el argumento de una mala novela de propaganda política, si no fuese que el autor de este libro documenta rigurosamente todas sus afirmaciones y además se tomó el trabajo de entrevistar a los supervivientes de  esa hecatombe, además visitó todos los lugares mencionados y habló con los conservadores actuales de los museos que, en recuerdo de esos tristes momentos, ahora existen en Piter.

Stalin, quién tenía sus grandes recelos por la ciudad de Lenín, en tanto sospechaba que no le era totalmente fiel, contribuyó a encubrir la catástrofe humana y militar, impidiendo antes del sitio la evacuación de la población más débil e innecesaria para el esfuerzo bélico y posteriormente silenciando la mortandad producida por la hambruna de la población. “Resulta difícil comprender la magnitud de la catástrofe, ni siquiera hacerse una idea de ella. Durante años, Elena Martilla se vio obligada a esconder su cuaderno de dibujos del asedio para que lo encontrara la NKVD.  Llegada la década de 1980 tan sólo se le permitió enseñar un par de dibujos; le dijeron que eran demasiado “psicológicos”, demasiado “pesimistas”. Años más tarde, en 1991, recibió una invitación de una importante galería de arte para exhibir todas sus obras. La invitación procedía de Berlín. “(pág. 345)

Este no es un libro “de guerra” aunque se detallan las operaciones que llevaron al cerco y las que lograron, años después, la liberación de la ciudad. Es un libro sobre el heroísmo callado del pueblo llano, sobre la desesperación que destroza los vínculos más íntimos en las relaciones humanas, y también sobre la violencia, la malicia, la crueldad, y el egoísmo de tanta gente que parece normal… hasta que se demuestra lo contrario.

Ficha Bibliográfica:

Jones(2008), Michael Jones. “El sitio de Leningrado. 1941-1944”. Crítica. Traducción de Joan Trujillo. Barcelona, septiembre de 2008. www.ed-critica.es pág. 362. Tit. Orig: Leningrad. State of Siege

K. Askildsen. Ultimas notas de Thomas F. para la humanidad

Decididamente cada vez me gusta más la literatura nórdica (incluyendo la de género policíaco). Este libro es un ejemplo. Ha recibido elogiosas críticas y yo me añado a ellas. El autor noruego  Askildsen  es mi última incursión en ésta y espero que no sea la última. Una primera lectura nos muestra un autor de prosa clara, sencilla que describe situaciones como si las fotografiara. Una perspectiva ingenua y a la vez documental. En una segunda lectura cambiamos de opinión, y llegamos a la conclusión que en verdad es sólo “aparentemente” sencilla, y que nada tiene que ver con la fotografía sino más bien con la pintura; esa que muchas veces hemos visto de autores clásicos en las que los colores oscuros y dramáticos muestran escenas de la vida cotidiana veladas por la tristeza o quizá la melancolía. Si tenemos paciencia, en una tercera lectura volvemos a cambiar de opinión: ahora sentimos que es una literatura sencilla, pero que expresa las emociones complejas que casi nunca nos animamos a describir. Mezcla de ilusión y realidad, esperanza y realismo, confianza y depresión.

Si con algo se me ocurre compararla es con un haiku. Ese género tan japonés que a veces los occidentales nos sentimos impulsados a imitar (veáse sino el caso de Jorge Luís Borges) pero que resulta imposible porque el significado está intimamente unido al sonido, y nada como el japonés puede recrear este género en todas sus dimensiones. Ignoro si la traducción le ha hecho justicia, pero así, tal como lo leo… ya me doy por satisfecho.El que quiera saborear alguna de sus páginas que lea aquí una de sus narraciones y luego que me cuente.

Ficha Bibliográfica:

Askildsen(1983). Kjell Askildsen. “Ultimas notas de Thomas F. para la humanidad y Un repentino pensamiento liberador”. Editorial Lengua de Trapo, Madrid,  2003. pp. 128 Taducción Kirsti Baggethum y Asunción Lorenzo