Llama la atención las malísimas relaciones entre norteamericanos e ingleses en el Pacífico. Los yankis odiaban hacer cualquier cosa por facilitar al Reino Unido la recuperación de su imperio y sólo facilitaba su material bélico (que por otra parte era imprescindible en cualquier operación de envergadura) si las batallas programadas coincidían completamente con su estrategia. Churchill, zorro viejo, era consciente de la necesidad que sus fuerzas militares, más allá del atlantismo pregonado, reconquistaran por si mismas las tierras invadidas de Birmania y Malasia, ya que preveía, con claridad, que una vez ganada la guerra los americanos no estarían por ayudar a restablecer sus dominios a las potencias europeas (G.B., Francia y Holanda), como efectivamente así fue.
Por otro lado es extraordinario el esfuerzo bélico de Japón considerando que su potencial productivo alcanza sólo al 10% de USA. No obstante este desequilibrio las autoridades niponas consideraban que luchaban contra un país “de mercaderes” y que su disciplina y coraje militar era más que suficiente para desafiar a la gran potencia americana. Conocer como eran preparados (y martirizados) los reclutas japoneses hace entender, por lo menos en parte, las brutalidades absurdas que luego estos mismos soldados cometieron en las poblaciones nativas de los países invadidos, y como se burlaron de las “leyes de guerra” tal como las entendían los países occidentales. En este sentido en la guerra europea nunca se alcanzó el grado de brutalidad y sadismo del frente asiático. Otro aspecto desconocido por la mayoría de los lectores (supongo) es la forma en que el Código Bushido japonés impedía las discusiones en el seno de la oficialidad japonesa, impulsando, en cambio, una sobre valuación permanente de la propia situación (“… el teniente Masahiko Ando, después de amerizar con su hidroavión en la base de su escuadrón, ubicada en la isla de Surabaya –perteneciente a las Islas Holandesas Orientales- y de dirigirse ajeno a todo a la cantina, se encontró allí con otros pilotos sumidos en un lúgubre silencio. Viendo esto, les preguntó: “¿Qué ha pasado?” Uno de ellos le contestó: “La guerra ha terminado”, a lo que él repuso, no dando crédito a lo que había oído: “¿Quién ha ganado?”, ya que la noción de que su propia nación hubiera podido reconocerse vencida escapaba totalmente a su comprensión.” (pág. 719)). Otro aspecto curioso consiste en las dificultades de comunicación entre altos mandos del sol naciente debidas a su propio idioma ya que la lengua japonesa, a diferencia del inglés, originaba errores de interpretación en las transmisiones debido a su carácter marcadamente ambiguo. No menos llamativo resulta enterarse que la oficialidad de mayor rango japonesa se alimentaba de noticias falsas difundidas a sus generales para mantener alta la moral contribuyendo de este modo a equivocaciones muy serias en la planificación de las operaciones de defensa. En líneas generales se podría decir que al final de la contienda no sólo dos ejércitos de culturas diferentes combatían sino también de épocas distintas, ya que los japoneses se sentían más cómodos en un siglo anterior donde quizá sus habilidades de combate eran mucho más eficaces.
La victoria americana sobre el Japón se edifica, tal como este libro lo describe con infinidad de anécdotas, sobre el sólido edificio de la potencia económica y tecnológica propia de una gran potencia del siglo XX. Los japoneses, sin desmerecer su desarrollo tecnológico, provocaron con su comportamiento cruel, similar a los SS en la conquista de la URSS, y su mentalidad antigua, una guerra feroz, de desgaste, con la vana esperanza que al final el sacrificio de tantas vidas del enemigo hiciera posible alcanzar una paz honrosa que les permitiese mantener algunas de sus conquistas esenciales (sobre todo en China).
El libro analiza con detalle el peso de las bombas atómicas en la derrota del Japón y sale al paso de las afirmaciones, difundidas por otros historiadores americanos, sobre su hipotético carácter innecesario. Por lo tanto el planteamiento de Hastings merece ser conocido en detalle si se quiere tener una opinión fundada sobre estos hechos que marcaron el advenimiento de una nueva época en la historia mundial
Tanto por su carácter como por su extensión lo considero un texto propio de especialistas o de aficionados de alto nivel en historia militar. En cualquier caso su lectura es vivaz, amena, y ampliamente descriptiva; así que puede incitar la curiosidad de más de un lector que quiera saber más de las raíces de nuestro mundo actual.
Ficha Bibliográfica:
Hastings(2007), Max Hastings, “Némesis. La derrota del Japón. 1944-
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