lunes, 17 de noviembre de 2008

X. Moreno Juliá. La División Azul

La División Azul no deja indiferente a nadie. Muchos, ahora, la ven como una creación de Franco (que no fue así), otros, como una empresa que mejor es olvidar (lo que tampoco pasará). La Blaue Division, como la llamaron los alemanes (a pesar que su nombre técnico era 250. Einheit spanischer Freiwilliger) o la “Galubaia Divisia” como así la denominaron los rusos, fue un complejo fenómeno por el que pasaron muchos intereses encontrados de la época, desde el falangismo que se oponía a la política neutralista de Franco, hasta ex republicanos que lucharon en el bando perdedor y que por este medio buscaron reciclarse para poder subsistir en el nuevo régimen. La Blaue Division suscitó el entusiasmo de Hitler, el temor de los rusos, el resquemor de los aliados (que pugnaban, sobre todo en 1941 por mantener a España neutral) y la indiferencia de los obreros sobre todo en Cataluña y el País Vasco. A la llamada a la recluta de voluntarios respondió sobre todo la Falange (FET-JONS), los intelectuales del régimen, y la clase alta de la burguesía. El campo contribuyó con su cuota, así como las principales ciudades, también participaron exiliados del Este que habian huído del terror rojo. “Desde una perspectiva política interna, la División Azul fue hija del falangismo de posguerra, uno de sus productos más recordados. Visceralmente anticomunista, estuvo indefectiblemente enlazada con nuestra Guerra Civil, hasta el punto de que la reabrió en muchos espíritus. Y fue, a la par, elemento de estabilización y desestabilización para el Régimen de Franco, pues descomprimió la rabia falangista, pero forjó proyectos de poder y en torno a ella toparon Falange y Ejército.” (pág. 372). Cerca de 46.000 voluntarios participaron desde 1941 a 1943 y el Estado español se gastó (al 31 de marzo de 1945) 635 millones de pesetas de la época en su mantenimiento. Tras la guerra, a partir de 1967, el gobierno alemán pagó 80 millones de DM en concepto de pensiones a mutilados de la División (y aún ahora sigue pagando a los pocos que quedan). Sobre quién sufragó la mayor parte de los gastos, exceptuando el armamento, el libro de Xavier Moreno Juliá establece: “Sin temor a faltar a la verdad y en contra de la creencia generalizada, podemos afirmar que los gastos generados y derivados de la División Azul han sido sufragados fundamentalmente por España; y que, comparativamente, la aportación alemana ha sido poco menos que residual. A todas luces, pues, desde una perspectiva estrictamente económica, la Unidad ha sido y es mucho más División Azul que Blaue Division”. (pág. 369). El general Agustín Muñoz Grandes fue el que la dirigió en su primera parte. Este hombre, buen soldado y totalmente germanófilo, llegó a ser visto por Hitler como un potencial reemplazo de Franco, al que, como es sabido, no terminaba de gustarle. Las circunstancias se torcieron para el Eje y la operación de sustitución ni siquiera se empezó; más tres reuniones tuvo el general con Hitler, y en las tres ambos quedaron muy satisfechos (además de ser condecorado con las Hojas de Roble de la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro, en 1942).

La División Azul se distinguió en el frente ruso, y prueba de ello son las condecoraciones recibidas por sus integrantes: “2 cruces de Caballero –una, con Hojas de Roble-, 2 Cruces de Oro, 2497 Cruces de hierro -138 de Primera Clase-, 2216 Cruces del Mérito Militar con Espadas -16 de Primera Clase-, innumerables distintivos, pasadores y Ostmedaillen, y la creación por Hitler de una medalla específica para la División (algo que no repitió con ninguna otra unidad). Como también lo certifican, por parte española, 8 Laureadas de San Fernando y 44 Medallas Militares, en su mayor parte individual. Y de la consideración inicial de unidad desastrada, inhábil para participar en el asalto a Moscú, pasó a ser referida por la dureza de sus hombres y lo arriesgado de sus actuaciones; y, combatir al lado de la Blaue Division, se convirtió en motivo de satisfacción para los alemanes.” (pág. 385).

Si miramos los mapas donde esta División operó se percibe claramente cual fue el aporte de los voluntarios españoles, pequeño en términos de dimensión global de la contienda, pero intenso y esforzado en valor y resistencia. Además la División Azul, a diferencia de la Wermacht (y por ello surgieron diferencias y disputas en el mismo frente) se comportó correctamente con la población civil ya que se consideraban a si mismos cruzados contra el comunismo, dedicados a salvar a los rusos de Stalin, por lo que establecieron amistades y ayudas que soliviantaron sobre todo los alemanes mentalizados para esclavizar a los eslavos.

El fenómeno es muy complejo y no se puede despachar en dos palabras, ni mucho menos con una alabanza o una crítica. En todo caso hay que distinguir entre quienes la crearon y sus motivos particulares, la injusta causa por la que lucharon, su composición social e ideológica y la manera como se enfrentaron a sus deberes militares. Como bien dice el profesor de Historia Contemporánea barcelonés Moreno Juliá sobre el perfil sociológico de sus miembros: “… la bibliografía ha reiterado la convivencia en su seno de los extremos. Cierto es que en ella, como ya hemos apuntado, se encontraron pobres y ricos, analfabetos y universitarios, parados y profesionales, trabajadores del campo y del sector servicios, por citar sólo algunas categorías…” (pág. 395) este magma contradictorio ya de por sí nos invita a huir de las aproximaciones fáciles, y por todo ello creo que el lector aprenderá mucho de este libro. Que fue lo que a mi me pasó.

Ficha Bibliográfica:

Moreno Juliá(2004). Xavier Moreno Juliá. “La División Azul. Sangre española en Rusia, 1941-1945”. Crítica, Barcelona, 2004. http://www.ed-critica.es pp.553.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un ilustre divisionario fue el más tarde director de cine Luis García Berlanga.

Anónimo dijo...

Estaba buscando informacion de este tema, gracias. newegg code

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Brigantinus dijo...

Y ahora que ha muerto... nadie ha aireado el que haya estado en la División Azul :-) esas cosas no son políticamente correctas. ¡Contra la Iglesia Progre hemos topado... Sancho!